Este artículo explora la génesis, las coordenadas teóricas y las contradicciones políticas que acoge en su seno, en particular, respecto a la propuesta del «feminismo del 99%».
En
los círculos académicos y algunos espacios feministas se ha
popularizado en la última década la «teoría de la reproducción social»
(TRS). La TRS surge como un marco explicativo renovado desde el que dar
cuenta, no solo de la opresión de las mujeres sino también de otros ejes
de segmentación de la clase trabajadora internacional en las sociedades
capitalistas contemporáneas. Suele presentarse de forma explícita como
heredera del llamado feminismo socialista-marxista tanto en la
reivindicación crítica del legado teórico de Marx como en la vocación de
análisis orientado a la intervención política anticapitalista.
Crecido al calor de los debates del feminismo la segunda ola en la década de 1970, el feminismo socialista-marxista desbrozó un terreno propio entre los enfoques del feminismo radical y el marxismo unilateral, por otra. Es decir, rompía con la «sororidad interclasista» y apostaba por la independencia de clase en el abordaje de la «cuestión de la mujer» eso sí, sin posponerla indefinidamente según la inercia reformista/determinista hegemónica en las organizaciones comunistas de la época[1]. La arena de discusión fue el llamado «debate sobre el trabajo doméstico». El feminismo socialista-marxista quedó desplazado (sin que se rebatiera su propuesta) durante la década de los 1980 en plena emergencia académica, política e institucional de los estudios culturales de género, la renuncia a marcos explicativos omnicomprensivos en el campo de lo social y «terceras vías», como las teorías duales (capitalismo-patriarcal/patriarcado-capitalista) o se «economía feminista» que, desde la academia se desmarcaba tanto del liberalismo económico como del marxismo[2].
En los 2000, dos décadas después, la reactivación de este feminismo socialista-marxista bajo el rubro de TRS se enmarca en el diálogo con las coordenadas de aquellas discusiones:
a) La procedente de las teorías duales, es decir, aquellas posiciones que distinguen dos lógicas de opresión diferentes aunque relacionadas entre sí: la de la opresión patriarcal y la opresión derivada de la explotación capitalista, una suerte de espacio cómodo en el que reconciliar -no sistemáticamente- postulados del feminismo radical con los del feminismo marxiano, con profundas debilidades teóricas[3]. La TRS se postula como teoría unitaria.
b) La discusión de la teoría valor-trabajo de Marx aplicada al trabajo doméstico (a colación de las controversias planteadas por las impulsoras de la campaña «salario para el trabajo doméstico»). La TRS interpela a la renovación del debate del trabajo doméstico realizado por los estudios englobados en el prisma de la llamada economía feminista.
c) La complejización de los análisis por el tratamiento de otros ejes de opresión más allá de la clase o el sexo/género: las perspectivas interseccionales y específicamente, en lo tocante a la consideración explícita de la opresión racial. La TRS aspira a superar, como teoría integrada, la mera descripción de opresiones concomitantes[4].

Tanto en los años 1970 como ahora, la revitalización teórica del marxismo en la cuestión de la emancipación de la mujer cabalga sobre la agudización de las contradicciones del capitalismo a escala internacional, sus crisis e impacto en los segmentos más vulnerables del proletariado internacional… y en la escasa fecundidad política de las apuestas alternativas que lo desplazaron abierta o soslayadamente en la academia y en las asambleas de base. Así, desde la década de los 2000 se produce una fuerte feminización de los flujos migratorios hacia las economías del centro imperialista para cubrir trabajo doméstico y de cuidados, la crisis de 2007 también muestra un incremento de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo internacional, esto es, un fuerte proceso de proletarización de mujeres hasta ahora excluídas del trabajo asalariado, vinculado a procesos de endeudamiento, expropiación de tierras, privatizaciones[5], junto con la depresión de las condiciones de vida de las mujeres de clase trabajadora en el mismo centro imperialista (restricción al acceso a la vivienda, retroceso de prestación de servicios públicos y extensión de working poor, especialmente entre la juventud y las familias monomarentales). Ni los giros lingüísticos, ni la performación dl género, ni las promesas o deseos de extensión del Estado del Bienestar jibarizado[6] han satisfecho o respondido a la agudización de la violencia estructural y cotidiana sobre las mujeres de la clase trabajadora. Esta necesidad de herramientas políticas también coincide con una reemergencia de un frente de masas feminista (desigual según regiones del planeta) que a su vez acoge propuestas políticas divergentes e incluso antagónicas respecto al enfoque teórico, programa y prioridades estratégicas en la lucha por la igualdad de las mujeres, donde se refleja una pugna ideológica en la que hasta la ultraderecha europea ha querido meter baza y directoras de bancos se reclaman activistas feministas.
La revitalización teórica del marxismo en la cuestión de la emancipación de la mujer cabalga sobre la agudización de las contradicciones del capitalismo a escala internacional, sus crisis e impacto en los segmentos más vulnerables del proletariado internacional… y en la escasa fecundidad política de las apuestas alternativas que lo desplazaron abierta o soslayadamente en la academia y en las asambleas de base
En el arco del feminismo anticapitalista, dentro de la TRS, también encontramos pluralidad de posiciones políticas. Si hay un consenso indiscutible, entre las figuras más divulgadas, es el de reconocer la obra de Lise Vogel como el punto de partida más serio y estructurado de desarrollo este enfoque unitario que aune teoría y práctica partiendo de Marx y no contra o a pesar de Marx. Fuera de este punto, los matices, las contradicciones o las expresiones eclécticas entre los diferentes aportes a la TRS están al orden del día.
La obra de Vogel hizo una contribución clave: a partir de la discusión crítica de la situación de opresión de las mujeres de la clase trabajadora y específicamente del papel que cumple (o no) el trabajo doméstico no asalariado en dicha subordinación social, sentará las bases para que el análisis se enmarque en una teoría unitaria. Es decir, con Vogel germina un enfoque que deja de lado apriorismos universales, interclasistas, más o menos historizados de las categorías «mujer», «familia» o la «división sexual del trabajo» como premisas indiscutibles de partida para estudiar la especificidad de la opresión de las mujeres de clase trabajadora en las sociedades capitalistas, para reentroncar con el análisis de la relación entre la opresión específica de las mujeres de la clase trabajadora respecto a la dinámica de acumulación y valorización del capital.
El primer efecto político es la inserción de la lucha por la igualdad de las mujeres en un enfoque de clase y directamente en el corazón de la crítica de la economía política. Es decir, el análisis de Vogel atiende la especificidad pero ligándola a la lucha de clases en su conjunto y rompe con enfoques sectoriales, parciales o titubeantes de las teorías duales. A nuestro juicio, su análisis sienta la piedra fundacional de una agenda de investigación contemporánea muy prometedora y de la que forma parte la obra de Michael Lebowitz (2005).
Así pues, no hablará de «reproducción social» como un término acotado a la reposición y reconstitución de la fuerza de trabajo, sino en el sentido marxiano de recreación y perpetuación de las condiciones de posibilidad y continuidad del capitalismo. El trabajo de Michael Lebowitz lo formulará en una clave más explícita señalando que, dicho proceso de «reproducción» del capitalismo que, por descontado, incluye la perpetuación de la clase trabajadora, no sólo atañe a una cuestión biofísica o acotada a los «trabajos de cuidado» en el presente o a futuro (relevo generacional)- sean o no realizados en formas mercantiles- sino también a la vertiente de recreación de la relación social, es decir, de «trabajadores libres propietarios de su fuerza de trabajo», listos para su incorporación al mercado de trabajo asalariado, pero también impotentes políticamente para apropiarse de la producción social realizada al servicio del capital.
Pero lo que es más interesante aun del trabajo de Lebowitz es la distinción entre la llamada reproducción ampliada del capital en contraposición a la reproducción ampliada de la clase trabajadora (en sí o para sí). Esto es, Lebowitz cartografía la lucha de clases dando una ubicación concreta a esta pugna y por tanto, nos libera de marcos explicativos funcionalistas o deterministas. Por otra parte, también aterriza la noción de «vida» (cuando se la plantea en términos de contraposición con el capital): no existe una lógica de la vida, o mejor dicho, el capitalismo tiene unas coordenadas de la noción de «vida» y la clase trabajadora tiene otras. La contradicción fundamental entre capital-trabajo es el primer peldaño ineludible de dicha pugna entre el capital por revalorizarse y la clase trabajadora asalariada por continuar existiendo como tal dentro del modo de producción, pero es una contradicción que se tensiona aun más desde una perspectiva política cuando vemos que dicha «lucha por la existencia» que se despliega en la lucha de clases va más allá de las reivindicaciones del sindicalismo economicista o de las políticas socialdemócratas (con o sin impronta familista, es decir, machista), cuando pugna por la superación del capitalismo como condición sinequanon para tener una vida digna, para devenir seres humanos no alienados.
En un orden analítico quizá menos ambicioso, por otra parte, Susan Ferguson y David McNally siguen la estela de Lebowitz en el sentido de reivindicar la noción de «totalidad orgánica» marxiana. En palabras de Martha E. Giménez (2018), McNally y Ferguson abrazan «una concepción marxista-hegeliana de la totalidad capitalista» como método para integrar con solvencia la cuestión racial (frente a los enfoques aditivos o de intersección de vectores que hegemoniza las teorías de la interseccionalidad) en el marco del feminismo de la reproducción social.

Marx sí, pero ¿para qué? ¿De qué reproducción social estamos hablando?
La crítica de Martha E. Giménez a ciertos postulados de la TRS nos permite ver algunos de los puntos de fricción teóricos (y sus consecuencias políticas) dentro de la corriente principal de la TRS. De todos ellos, destacaremos dos, haciendo un repaso de las aportaciones más relevantes.
En primer lugar, ¿qué tipo de «ajuste» de cuentas se realiza respecto a la obra de Marx: es una teoría de la reproducción social incompleta o no, y si lo es qué tipo de desarrollo requiere (o no), ¿es posible tal desarrollo sin comprometer las categorías marxianas?[7]
Giménez, como Lebowitz, sostiene que la «reproducción social» de que habla Marx se refiere a la del capitalismo como modo de producción, por tanto, el enfoque de Marx no ha dejado ni olvidado nada, es simplemente coherente, en el sentido de que desde la óptica del capital realmente no es necesario articular ningún mecanismo que garantice la provisión fluida de FT. Por dos razones, por la propia dinámica de despliegue del capital y la tendencia de la composición orgánica del capital en detrimento del capital variable y por tanto, a provocar, sin mayor esfuerzo, un excedente poblacional (ejército industrial de reserva) que habilitará las condiciones políticas no solo para la continuación de la dependencia del capital para existir, sino también la presión a la bajada salarial y también la competición interna de los diferentes segmentos de la clase trabajadora internacional.
Para Giménez, muy influida por la escuela de Althusser, El capital está realizando un análisis al nivel de modo de producción, de la lógica general inmanente del capitalismo pero no de las formaciones capitalistas concretas. Que El Capital se autolimite a tratar, dentro de la reproducción social del capital como modo de producción, la perpetuación de la existencia del trabajo asalariado, de esta relación de clase, no es un déficit, simplemente es que es el nivel de análisis en el que está trabajando. Y en este nivel de análisis, efectivamente, la lógica de acumulación del capital como tal es ciega al sexo, la raza y otros ejes de opresión. En otro nivel de análisis, en la operativización concreta de las economías capitalistas históricas (las formaciones sociales capitalistas), estos ejes sí que son relevantes. Así pues, el estudio específico de los procesos de sexualización/género, racialización y otras opresiones y desigualdades que se producen en el seno de la clase trabajadora correspondería a este otro nivel de análisis. Considerar, por tanto, que la cuestión de la «población» en Marx puede despacharse considerando que se trata de una «ley demográfica» que naturaliza la disponibilidad de seres humanos (y con ellos de potencial fuerza de trabajo), es erróneo y para Giménez, que McNally y Ferguson abunden en esta caracterización es una provocación teórica sin rigor.
Finalmente, la autora propone como ventana de salida de los riesgos de abstracción de la «reproducción social» propuesta desde la TRS o del riesgo de que se colapsen de forma equívoca ambos niveles de análisis, la categoría «reproducción social capitalista» (cuya confrontación política sería la «reproducción social socialista») para dar cuenta de los procesos materiales e ideológicos específicos en los que sucede la reproducción social bajo condiciones capitalistas. Giménez (2018:297;305).
Ferguson, McNally y Arruzza empero sí que se hacen eco de las críticas de las primeras feministas-socialistas-marxistas que, como Heidi Hartmann, postulan dicha «ceguera» a una carencia analítica en el pensamiento de Marx que, forzosamente, debe desarrollarse y que es dicho estudio el que se propone realizar la TRS. Lo cierto es que hasta ahora dicho desarrollo teórico a fortiori no ha sido realizado de forma sistemática aun o, como mínimo, se encontraría aun implícito o incipiente.
Una posición que, podría considerarse a caballo entre ambas, sería como decíamos, la de Lebowitz. A diferencia de Giménez, el economista canadiense sí que considera que esta vertiente del análisis falta en El Capital, que sería el trabajo pendiente que se prometía para el libro jamás escrito dedicado al trabajo asalariado y que su carencia hace que la lucha de clases en el despliegue de El Capital quede relegada en favor de una visión unilateral (por incompleta) del capitalismo como totalidad orgánica preñada de contradicciones (y con ello, aplanando el terreno a lecturas mecánicas y funcionalistas).
Lebowitz sí que hace una propuesta para compensar esta unilateralidad de El Capital (no derivada de un pecado original, ni androcéntrico ni patriarcal, sino de la incompletitud de la exposición de la investigación). Para ello, identifica dos circuitos de producción (y reproducción) concomitantes pero también antagónicos en lo que es el capitalismo como modo de producción. Esta propuesta podría ser considerada un desarrollo tanto de la lectura que hace Giménez como de la de Ferguson. Esto es, desde la perspectiva de la reproducción de la relación social que representa el trabajo asalariado como pieza fundamental de la lógica de valorización y acumulación de capital, la vertiente política de dicho antagonismo implicaría atender al papel que juegan la división sexual del trabajo y los procesos de racialización. Y la incorporación analítica de dichos procesos (de carácter histórico, como lo es el desarrollo en sí de la lucha de clases) nos permitiría integrarlos de forma significativa también en la praxis política – deseo que palpita en la argumentación de Ferguson-, más allá del puro voluntarismo (que es la crítica que subyace en Giménez).

¿La clase es determinante o co-determinante?
Y esta incorporación significativa, también clarificaría en términos políticos qué papel cumple la lucha de clases cuando se despliega dentro del circuito de valorización del capital y qué papel cumple cuando se despliega fuera de dicho circuito. Elemento que nos lleva al segundo gran eje de divergencia: Si la dinámica de acumulación capitalista, el eje de clase y la correlación de fuerzas de la lucha de clases, tiene un rol determinante en las condiciones de reproducción de las clases sociales; o si en cambio, ocupa un lugar co-constitutivo o co-fundacional en el mismo nivel que otros ejes como el de sexo/género, racialización, … Esta es una preocupación que la propia Vogel manifiesta en el prólogo a una antología de textos de la TRS: «A la larga creo que nos tendremos que deshacer de dos suposiciones muy arraigadas En primer lugar, la suposición de que diferentes dimensiones de la diferencia – por ejemplo, raza, clase y género- son comparables. En segundo lugar, de la conclusión de que categorías diferentes son equivalentes en términos causales» (Bhattacharya,2019:12). Una divergencia que en última instancia nos lleva a si se apuesta por la independencia política de clase o se opta por posiciones interclasistas y también, qué papel se concede a la lucha en el corazón de la extracción de la plusvalía (tradicionalmente sindical).
Para
Giménez, la mezcla de los dos niveles de análisis (modo de
producción/formación social histórica) en los términos realizados por la
TRS conduce a una abstracción tal que ofusca la importancia teórica y
política de la materialidad de la reproducción biológica humana y sus
efectos sobre las mujeres de la clase trabajadora (en su conciencia,
vivencia de la sexualidad, …), la variedad de ideologías y formas de
control legal y social que suceden en torno a los derechos reproductivos
y el encaje de la cobertura de las necesidades de aquellos segmentos de
la clase trabajadora que no son productivos para el capital.
Volviendo a la cuestión de la incorporación de otros ejes de opresión, además del de sexual, a nivel político, descentrar la lucha de clases del ciclo de valorización del capital y entroncar con fórmulas que consideran el eje de clase igual de determinante que el de raza, sexo, … deja el campo abierto a dos riesgos: al de la perpetuación de los enfoques identitarios en la conformación de la lucha política y, añadimos nosotros, a la revitalización continua de las estrategias dualistas o aditivas, en detrimento de frentes unitarios de confrontación de clase (con sexo, raza y diversidad interna, pero unidos como polo antagónico común, no meramente aditiva), contra el capitalismo como la totalidad que representa.
Las fórmulas que consideran el eje de clase igual de determinante que el de raza, sexo, … dejan el campo abierto a dos riesgos: al de la perpetuación de los enfoques identitarios en la conformación de la lucha política y la revitalización continua de las estrategias dualistas o aditivas, en detrimento de frentes unitarios de confrontación del capitalismo como totalidad
Si bien Giménez es particularmente
incisiva respecto a este posicionamiento, lo cierto es que la apuesta
por dicha co-constitución o la prevalencia del eje de clase aparece de
forma ambigua y contradictoria en Arruzza y en Bhattacharya.8 Esto es,
mientras que se subraya la importancia de las luchas laborales también
se subsume en formulaciones brillantemente ambiguas respecto a la
universalidad/políticas de la identidad[9]. Esta ambigüedad, empero,
quedaría nítidamente resuelta en la formulación concreta realizada en el
«Manifiesto para un feminismo del 99%» que ya ha sido objeto de crítica
desde diferentes organizaciones políticas de clase: «La lección que ya
hemos aprendido es que la propuesta política que pretende desarrollar
una estrategia de clase no puede simplemente hacer un llamamiento a la
diversidad de las luchas que nacen de abajo»[10], o «la “reinvención” de
la huelga que señala el Manifiesto no pasa por bautizar con ese
nombre a todas las acciones feministas, cualesquiera sean, ni tampoco
por reivindicar el retraimiento de tareas en “esa visión amplia de lo
que se entiende por cuestión laboral”, donde las autoras mezclan
confusamente la huelga del trabajo doméstico, con la “del sexo y de las
sonrisas”[…] Por el contrario, esta nueva reivindicación del método de
la huelga deberíamos ponerlo al servicio de fortalecer a las
trabajadoras asalariadas en su enfrentamiento a la patronal, al Estado y
a la burocracia sindical […] La tarea actual de un feminismo
anticapitalista debiera ser combatir en los sindicatos, especialmente en
aquellos sectores de la producción y los servicios altamente
feminizados, para conseguir unir lo que la burocracia divide. Pero en el
Manifiesto, que habla de clase trabajadora, de huelga, de
anticapitalismo y lucha de clases, la burocracia sindical no está
siquiera mencionada y, peligrosamente, se adjudica a los sindicatos en
general la política corporativa, economicista y corrosiva de sus
direcciones»[11].
Algunos apuntes políticos de la TRS en el Estado español
La TRS se postula explícitamente como una herramienta al servicio de la intervención política, por lo tanto, buscar los vínculos entre el análisis y la propuesta política concreta de las diferentes posturas es clave. Es decir, la exploración de la continuidad/ruptura entre la teoría y la apuesta práctica o estrategia de lucha es fundamental para evaluar posibilidades de éxito o fracaso en la lucha contra el capitalismo y por la emancipación de las opresiones sexuales, de género y raza que despliega el modo de producción capitalista contra la clase trabajadora.Si bien existen antologías y publicaciones previas y coetáneas relacionadas de forma explícita con la TRS,[12] podría decirse que hoy dia Cinzia Arruza, Titti Bhattacharya y Susan Ferguson constituyen las principales figuras de referencia internacional en la divulgación de este enfoque renovado del feminismo marxista/TRS también en nuestro contexto. La visibilización de estas autoras daría un salto cualitativo de carácter político a su enfoque de la TRS con la publicación en 2019 de «Feminismo del 99%», un manifiesto para la intervención política al calor de las convocatorias internacionales del 8 de marzo de los últimos cuatro años, como ya hemos apuntado.
La prioridad política del enfoque defendido por estas autoras es disputar el terreno político e ideológico al feminismo liberal (en sus diferentes variantes y renovaciones, como el llamado feminismo corporativo). En un segundo plano, también discrepa de las posiciones defendidas por figuras emanadas del feminismo autónomo italiano[13] y respecto los planteamientos voluntaristas de la economía feminista, si bien, la táctica consiste más en buscar puntos de conexión que no de confrontación o clarificación de posiciones respecto a expresiones feministas, digamos de izquierdas, más cercanas a posiciones socialdemócratas o incluso al feminismo radical, en pro de ese gran frente unitario de corte ciudadanista.
La prioridad política del enfoque defendido por las principales autoras de la TRS es disputar el terreno político e ideológico al feminismo liberal, dejando en un segundo plano las controversias con el reformismo o las «identity politics» y apostando a la práctica, por frentes y estrategias interclasistas del «mínimo común denominador»
A grandes rasgos, la corriente principal de la TRS respecto al feminismo marxista-autónomo, rechaza la noción de que el trabajo no asalariado (sea doméstico o no) produzca valor en un sentido capitalista y no hace propia la consigna a favor del reconocimiento de un salario para el trabajo doméstico. Respecto a la economía feminista, la TRS reivindica explícitamente a Marx y subraya la necesidad de impugnar la totalidad capitalista de forma concreta, esto es, no acotar el programa de intervención y de demandas a reformas puntuales del actual estado de las cosas (acompañado o no de retóricas anticapitalistas de carácter utópico, esto es, fundadas en un voluntarismo de corte ciudadanista que obvia la lucha de clases): corresponsabilidad, «conciliación», cuotas, «políticas de reconocimiento» … En términos prácticos, la prioridad de confrontar el feminismo liberal o las boutades de la ultraderecha hace que apenas se confronte con la expresión reformista y corta de miras de estas propuestas, no es de extrañar que en al enfoque del «feminismo del 99%» se hayan sumado figuras con un discurso abiertamente socialdemócrata, como Nancy Fraser.
En el contexto de la llamada «crisis de cuidados» -fórmula enfáticamente popularizada en el Estado español a raíz precisamente de los recortes del gasto público en servicios públicos y desregulación del mercado laboral derivados del rescate de la banca privada tras el crack de 2007/8-, nuevamente la discusión sobre el trabajo doméstico. En términos contemporáneos, el viejo debate se reformula como «trabajos de cuidados» y, nuevamente, constituye el terreno de disputa privilegiado entre las diferentes corrientes de izquierdas dentro del campo del feminismo.
La tensión entre enfoques voluntaristas, socialdemócratas (o plataformas electorales aspirantes a «ocupar el espacio que deja a su izquierda» el socialiberalismo) o rupturistas con el orden capitalista en el Estado español se muestra nítidamente si vemos las diferentes concreciones de huelga convocada el 8 de marzo de 2018, basculante entre huelga «de mujeres/feminista» entre la huelga real o simbólica-visibilización. Por otra parte, la tensión o el eclecticismo político se muestran en el intercambio lingüístico y préstamos de conceptos y formulaciones como la noción «capitalismo-vs-vida», «poner la vida en el centro», «revalorizar los trabajos de cuidados», ... Bajo estos lemas aparentemente de consenso, en la práctica coagulan tablas reivindicativas contradictorias ... apenas discutidas en profundidad. Esta indefinición de sobreentendidos, o ambigüedades inclusivas calculadas, impactan en los manifiestos, estrategias y alianzas políticas de un frente de masas muy heterogéneo donde la discusión política suele liquidarse en la acumulación agónica de reivindicaciones y acciones sin perspectiva estratégica[14].

De la política a la teoría de nuevo
Las consecuencias de la fragmentación identitaria de los frentes de lucha (o su impotencia para establecer una unidad de acción estratégica, como señalaron McNally y Ferguson respecto a la década de los 1990/2000, aunque no es una lógica de acción colectiva en absoluto superada) y la pretensión de surfear los movimientos sociales con retóricas anticapitalistas acompañadas de programas reformistas, es una discusión que se viene reeditando en el marco político general desde la década de los 1990, bien sea en clave antiglobalización, ecológica y ahora en el frente de masas feminista-.
La pretensión de surfear los movimientos sociales con retóricas anticapitalistas acompañadas de programas reformistas, se viene reeditando en el marco político general desde la década de los 1990, bien sea en clave antiglobalización, ecológica y ahora también en el frente de masas feminista
Sin embargo, es particularmente útil rastrear la relación entre las categorías y las propuestas estratégicas, esto es, rehabilitar la veta de la teoría
Artikulu honek haren sorrera, koordenatu teorikoak eta bere baitan biltzen dituen kontraesan politikoak arakatzen ditu, nagusiki «feminismoa % 99aren alde» deritzon proposamenaren harira.
Zirkulu akademikoetan eta zenbait espazio feministatan, azken hamarkadatan «erreprodukzio sozialaren teoria» (hemendik aurrera EST) zabaldu da. EST azalpen-marko berritu bat da, nazioarteko jendarte kapitalisa garaikideetan emakumeen zapalkuntzaz ez ezik nazioarteko langile klasearen beste segmentazio-ardatz batzuen berri ere ematen duena. Esplizituki feminismo sozialista-marxista esaten zaionaren oinordeko moduan agertu ohi da, bai Marxen legatu teorikoaren aldarrikapen kritikoan, baita esku-hartze politiko antikapitalistara bideratutako analisi-bokazioan ere.
1970eko hamarkadan feminismoaren bigarren olatuko eztabaidak bor-borka zirela hazi zen; feminismo sozialista-marxistak bere bidea egin zuen feminismo erradikalaren eta alde bakarreko marxismoaren artean. Bestela esanda, feminismo honek apurtu egiten zuen «klase arteko ahizpatasunarekin» eta «emakumeen auziari» aurre egiteko klase-independentziaren alde egiten zuen apustu, betiere, auzi hori modu mugagabean atzeratu gabe, garaiko antolakunde komunistetako inertzia erreformista/deterministak alboratuz[1]. Eztabaida-zelaia «etxeko lanen inguruko debatea» izan zen. 1980ko hamarkadan zehar, genero-ikasketa kulturalak akademian, politikan eta instituzioetan sartzeko prozesu bete-betean, baztertu egin zen feminismo sozialista-marxista (haren proposamena gezurtatu gabe), eta uko egin zitzaien problematika guztiak barne hartzen dituzten gizarte-alorretako azalpen-markoei eta «hirugarren bideei», esaterako teoria dualei (kapitalismo patriarkala/ patriarkatu kapitalista) edo «ekonomia feministari», zeina akademian bereizi egiten baitzen liberalismo ekonomikotik zein marxismotik[2].
Bi hamarkada geroago, 2000ko hamarkadan, ESTaren eraginpean berraktibatu zen feminismo sozialista-marxista hori eztabaida haietako koordenatuetan kokatzen da:
a) Teoria dualak, hots, elkarrekin harremana duten bi zapalkuntza-logika desberdin bereizten dituztenak: zapalkuntza patriarkala batetik, eta esplotazio kapitalistatik eratorritako zapalkuntza bestetik. Feminismo erradikalaren oinarriak feminismo marxianoaren oinarriekin adiskidetzeko –ez sistematikoki– zorioneko espazio erosoa zen, eta ahulgune teoriko handiak zituen[3]. ESTk teoria unitariorean oinarrietan kokatu zuen bere burua.
b) Marxen balioa-lana eztabaida, etxeko lanei aplikatua («soldatak etxeko lanentzat» kanpainaren sustatzaileek planteatutako eztabaidak hizpide). ESTk, ekonomia feministaren ikuspegitik etxeko lanen inguruan egindako ikerketen eztabaida berritzea galdegiten du.
c) Analisia konplexuago egitea, klaseaz edo sexu/generoaz haraindiko beste zapalkuntza-ardatz batzuen trataera dela eta: perspektiba intersekzionalak, eta, zehazki, arraza-zapalkuntza esplizituki aintzat hartzen dutenak. ESTk, teoria integratu moduan, zapalkuntza konkomitanteen deskribapena gainditu nahi du[4].
1970eko hamarkadan zein orain, emakumearen auziaren inguruan marxismoaren suspertze teorikoa lotuta doa kapitalismoak nazioarteko eskalan dituen kontraesanak areagotu izanarekin, nazioarteko proletalgoaren segmenturik zaurgarrienetan haiek izan dituzten krisiekin eta inpaktuekin… eta baita akademian eta oinarriaren batzarretan modu irekian edo zeharka marxismoa baztertu zuten apustu alternatiboen emankortasun politiko eskasarekin ere. Gauzak horrela, 2000ko hamarkadatik aurrera, nabarmen feminizatu zen zentro inperialistara joandako migrazio-fluxua, etxeari eta zaintzari lotutako lanak betetzeko; 2007ko krisian ere nazioarteko lan-indarrean emakumeen parte hartzeak gorakada izan zuen, hau da, ordura arte soldatapeko lanetik baztertuta egon ziren emakumeen proletarizazio-prozesu indartsu bat gertatu zen, zorpetze-prozesuekin, lurren desjabetzearekin eta pribatizazioarekin lotuta [5], besteak beste, baita langile klaseko emakumeen bizi-baldintzak okertzearekin ere (etxebizitza-eskubidea mugatzea, zerbitzu publikoen prestazioen atzeraldia eta working poor izenekoaren zabalpena, bereziki gazteen eta guraso bakarra ama duten familietan). Ez biraketa linguistikoek, ez generoaren performatibitateak, ezta Ongizate Estatu ezin mugatuagoak[6] ere ez diote erantzun langile klaseko emakumeen egiturazko nahiz eguneroko biolentzia areagotu izanari. Erreminta politiken gabezia hori masa-fronte feministen berragerpenaren aldi berean gertatu da (ezberdina planetako zonalde bakoitzean), zeinak proposamen politiko dibergente edo, are, antagonikoak batzen baititu emakumeen berdintasunaren aldeko borrokaren ikuspegi teorikoaren, programaren eta lehentasun estrategikoen inguruan; bertan, norgehiagoka ideologikoa islatzen da, horren adibide Europako ultraeskuinak ere muturra sartu nahi izatea eta bankuetako zuzendariek beren burua aktibista feministatzat jotzea.
Emakumearen auziaren inguruan marxismoaren suspertze teorikoa lotuta doa kapitalismoak nazioarteko eskalan dituen kontraesanak areagotu izanarekin, nazioarteko proletalgoaren segmenturik zaurgarrienetan haiek izan dituzten krisiekin eta inpaktuekin… eta baita akademian eta oinarriko batzarretan modu irekian edo saiheska marxismoa baztertu zuten apustu alternatiboen emankortasun politiko eskasarekin ere
Feminismo antikapitalistan ere, ESTaren barnean, pluralak dira posizio politikoak. Multzo honetan eztabaidaezina den adostasunen bat egotekotan, hauxe litzateke: Lise Vogelen obra dela ikuspegi unitario honen garapenerako abiapuntu serioen eta egituratuena, teoria eta praktika batzen dituena eta Marxetik abiatzen dena eta ez Marxen kontra edo Marx gorabehera. Puntu horretatik aparte, ESTren ekarpen desberdinen arteko ñabardurak, kontraesanak edo adierazpen eklektikoak nagusitzen dira.
Vogelen lanaren ekarpena mugarri izan zen: langile klaseko emakumeen zapalkuntzaren egoeraren inguruko eta, zehazki, subordinazio sozial horretan soldatapekoak ez diren etxeko lanek betetzen duten (edo betetzen ez duten) paperaren inguruko eztabaida kritikotik abiatuta, zimenduak ezarri zituen analisiaren markoa teoria unitarioa izan zedin. Bestela esanda, Vogelekin erne den ikuspegiak, «emakume», «familia» edo «lanaren banaketa sexuala» kontzeptuekin lotutako apriorismo unibertsalak, interklasistak eta gutxi-asko historizatuak baztertzen ditu jendarte kapitalistetan langile klaseko emakumearen zapalkuntzaren berezitasunak aztertzeko premisa eztabaidaezin modura, honela, langile klaseko emakumeen zapalkuntza espezifikoak metaketa-dinamikarekin eta kapitalaren balorizazioarekin duen harremanaren analisiarekin berriro lotzeko.
Horren lehenengo eragin politikoa emakumeen berdintasunaren aldeko borroka klase ikuspegi batean eta ekonomia politikoaren kritikaren muinean zuzenki txertatzea izan zen; hots, Vogelek espezifikotasunari erreparatu zion, baina klase borrokaren osotasunarekin lotuta, eta apurtu egin zituen ikuspegi sektorial, partzial edo zalantzatiak. Gure iritziz, haren analisiak ikerketa-agenda garaikide oso itxaropentsu baten zimentarria ezarri zuen, eta haren parte da Michael Lebowitzen (2005) lana ere.
Beraz, ez du hitz egiten «erreprodukzio sozialaz» lan-indarra ordeztea eta berrosatzea esan nahi duen termino moduan, zentzu marxianoan baizik, kapitalismoaren posibilitateak eta jarraikortasunerako baldintzak birsortu eta betikotzen dituen kontzeptu moduan. Michael Lebowitzen lanak modu esplizituagoan formulatu zuenez, azpimarratuz kapitalismoaren «erreprodukzio»- prozesu horrek –esan gabe doa, langile klasearen betikotzea dakarrena– ez diola eragiten «zaintza-lanei» lotutako auzi biofisiko bati bakarrik edo egungo edo etorkizuneko (belaunaldi-erreleboa) «zaintza-lanei» bakarrik, ezpada harreman sozialaren birsortzeari ere, hau da, soldatapeko lanaren merkatura sartzeko prest dauden eta «bere lan-indarraren jabe diren langile libreei», baina baita haiek kapitalaren zerbitzura egindako ekoizpen sozialaren jabe egiteko duten ezintasun politikoari ere.
Baina Lebowitzen lanean interesgarriena da kapitalaren erreprodukzio hedatu esaten zaiona kontrajartzen diola langile klasearen erreprodukzio hedatuari (klasea berez edo klasea berariaz). Lebowitzek, klase borroka kartografiatzean, leku zehatza ematen dio norgehiagoka horri, eta beraz, azalpen-marko funtzionalista edo deterministak alboratzen ditu. Bestalde, «bizitzaren» nozioa ere lurreratzen du (bizitza kapitalarekin kontrajarria planteatzen duenean): ez dago bizitzaren logikarik, edo hobeto esanda, kapitalismoak «bizitza» nozioaren koordenatu batzuk ditu, eta langile klaseak beste batzuk. Kapitalaren eta lanaren arteko oinarrizko kontraesana kapitalak bere balioa handitzeko eta langile klaseak ekoizpen moduaren barnean klase moduan existitzen jarraitzeko duten norgehiagokaren lehenengo koska saihestezina da. Baina kontraesan hori are gehiago tenkatzen da ikuspegi politikotik ikusten dugunean klase borrokan ematen den «existitzearen aldeko borroka» sindikalismo ekonomizistaz edo politika sozialdemokratez harago doala (aztarna familistak, hots, matxistak izan edo ez), kapitalismoa gainditzea borrokatzen duenean bizitza duina izateko sinequanon baldintza modura, gizaki ez-alienatu bilakatzeko.
Beharbada ez hain anbizio handiko ordena analitiko batean, bestalde, Susan Fergusonek eta David McNallyk Lebowitzen urratsak jarraitzen dituzte, «osotasun organiko» marxianoaren nozioa aldarrikatzearen zentzuan. Martha E. Gimenezen (2018) hitzetan, McNallyk eta Fergusonek «osotasun kapitalistaren ulerkera marxista-hegeliarra» jasotzen dute arraza-auzia erreprodukzio sozialaren feminismoaren markoan integratzeko metodo fidagarri modura (intersekzionalitatearen teoriak hegemonizatzen dituzten ikuspegi gehigarrien edo intersekzionalen aurrean).
Marx bai, baina zertarako? Zer erreprodukzio sozialez ari gara?
Martha E. Gimenezek ESTren zenbait oinarriri egindako kritikak aukera ematen digu ESTren korronte nagusian desadostasun teorikoko zenbait puntu (eta horien ondorio politikoak) ikusteko. Horietatik bi nabarmenduko ditugu, ekarpen garrantzitsuenen errepasoa eginez.
Lehenik, zer motatako «doikuntza» egiten dioten Marxen obrari: erreprodukzio sozialaren teoria osatugabe bat den ala ez, eta hala bada, zer motatako garapena behar duen (edo ez), posible al da garapen hori kategoria marxianoak kolokan jarri gabe?[7]Gimenezek, Lebowitzek bezala, defendatzen du Marxek «erreprodukzio soziala» aipatzean kapitalismoari ekoizpen modu gisa egiten diola erreferentzia; beraz, Marxen ikuspuntuak ez du ezer baztertzen, ez eta ahazten ere, besterik gabe koherentea da, kapitalaren optikatik benetan ez delako beharrezkoa lan-indarraren hornidura jariakorra bermatzen duen inolako mekanismorik artikulatzea. Bi arrazoiengatik, batetik, kapitalaren hedatze-dinamika propioarengatik, eta bestetik kapitalaren konposizio organikoak, kapital aldakorraren kaltetan, ahalegin handirik gabe biztanleria-soberakina sortzeko duen joeragatik (erreserba-armada industriala). Horrek baldintza politikoak sortuko ditu, batetik, existitu nahi badu kapitalarekiko mendekotasunean jarrai dezan, eta bestetik, soldatak jaisteko presioa egin dezan, eta nazioarteko langile klasearen segmentu desberdinen barne-lehiakortasuna sustatu dezan.
Gimenezen ustez –Althusserren eskolaren eragin handia du–, kapitalak ekoizpen moduaren mailako analisia egiten du, kapitalismoaren logika orokor immanentearen analisi bat, baina ez formazio kapitalista konkretuena. Kapitalaren azterketa –kapitalaren erreprodukzio soziala ekoizpen-modu gisa hartuta– soldatapeko lanaren existentzia betikotzera mugatzea ez da gabezia bat; une horretan erabiltzen ari den analisi-maila baino ez da. Eta analisi-maila honetan, hain zuzen ere, kapitalaren metaketa-logikari ez zaizkio axola sexua, arraza ez beste zapalkuntza-ardatz batzuk. Beste analisi-maila batean, ekonomia kapitalista historikoen (formazio sozial kapitalistak) operatibizazio zehatzean, garrantzitsuak dira ardatz horiek, eta hain justu, beste azterketa-maila horri dagokio langile klasearen barruan gertatzen diren sexualizazio/genero-, arrazializazio-prozesuen eta bestelako zapalkuntza eta desberdintasunen azterketa espezifikoa. Beraz, okerra da kontsideratzea Marxen lanetan «populazioaren» auzia gizakien eskuragarritasuna (eta horiekin lan-indar potentzialarena) naturalizatzen duen «lege demografiko» baten moduan tratatu daitekeela, eta Gimenezen ustetan, karakterizazio horri McNally eta Ferguson atxikitzea zorroztasunik gabeko probokazio teorikoa da.
Azkenik, egileak ESTk proposatutako «erreprodukzio sozialaren» abstrakzio-arriskuetatik edo bi analisi-maila horiek modu okerrean kolapsatzeko arriskutik irteteko irteteko leiho gisa proposatzen du «erreprodukzio sozial kapitalista» kategoria (horren konfrontazio politikoa «erreprodukzio sozial sozialista» izango litzateke), hain zuzen, prozesu material eta ideologiko espezifikoen berri emateko, zeinetan erreprodukzio soziala gertatzen den baldintza kapitalistetan. Gimenez (2018:297; 305).
Fergusonek, McNallyk eta Arruzzak, ordea, lehenengo feminista-sozialista-marxisten kritiken berri ematen dute, zeinak, Heidi Hartmannen moduan, «itsutasun» hori Marxen pentsamenduaren gabezia analitiko bati lotzen baitiote. Izan ere, analisi hori nahitaez garatu behar da, eta horixe da, hain zuzen, ESTk egitea proposatzen duen azterketa. Egiari zor, orain arte ez da modu sistematikoan egin garapen teoriko hori, edo behintzat, oraindik inplizituki edo ezkutuan baino ez da ageri.
Esan bezala, Lebowitzena litzateke bien arteko posizioa. Gimenezek ez bezala, ekonomialari kanadarrak uste du egia dela Kapitala lanean analisi-adar hori falta dela, eta hori egiteko asmoa zuela soldatapeko lanaz inoiz idatzi ez zuen liburu batean. Era berean esaten du gabezia horren eraginez Kapitala-n baztertu egin dela hedapenean dagoen klase borroka, eta horrek (osatugabea izateak) mesede egiten diola kapitalismoa kontraesanez betetako osotasun organiko moduan aurkezten duen aldebakarreko ikuspegiari (eta bide ematen die irakurketa mekaniko eta funtzionalistei).
Lebowitzek egiten du proposamen bat lan horretako aldebakartasun hori orekatzeko (ez datorrena jatorrizko bekatu batetik, ez eta bekatu androzentriko edo patriarkal batetik ere, ikerketaren aurkezpena osatu gabea izatetik baizik). Horretarako, bi ekoizpen (eta erreprodukzio) zirkuitu identifikatzen ditu, konkomitanteak baina era berean antagonikoak, kapitalismoari ekoizpen modu gisa erreparatuta. Proposamen hau Gimenezek eta Fergusonek egiten duten irakurketaren garapentzat jo daiteke. Izan ere, soldatapeko lanak balorizazio-logikaren eta kapital-metaketaren funtsezko pieza moduan ordezkatzen duen harreman sozialaren erreprodukzioaren ikuspegitik, antagonismo horren adar politikoak, lanaren banaketa sexualak eta arrazializazio-prozesuek jokatzen duten paperari erreparatzea eskatuko luke. Eta prozesu horiek analisian txertatzeak (izaera historikoa dute, klase borrokaren berezko garapenaren moduan) praktika politikoan ere modu esanguratsuan integratzea ahalbidetuko liguke –Fergusonen argumentuetan ere nabari den nahia– boluntarismo hutsetik harago (Gimenezen hitzetan antzeman daitekeen kritika).
Klasea determinantea ala ko-determinantea al da?
Gehikuntza esanguratsu horrek, halaber, termino politikotan ere argituko luke zein paper jokatzen duen klase borrokak kapitalaren balorizazio zirkuituaren baitan gertatzen denean eta zein zirkuitutik kanpo gertatzen denean. Elementu horrek dibergentziaren bigarren ardatz nagusira garamatza: metaketa kapitalistaren dinamikak, klase ardatzak eta klase borrokaren indar-korrelazioak rol determinantea ote duten klase sozialen erreprodukzio-baldintzetan, edo, kontrara, ko-eratzailea ote den eta beste ardatz batzuen maila berean legokeen, hala nola sexua/generoa, arrazializazioa… Vogelek berak kezka hori adierazi zuen ESTri buruzko testu-antologia baten hitzaurrean: «Epe luzera uste dut oso errotuta dauden bi uste baztertu beharrean gaudela. Batetik, diferentziaren dimentsio desberdinak –esaterako, arraza, klasea eta generoa– konparagarriak direnaren ustea. Bigarren, termino kausaletan kategoria desberdinak baliokideak direnaren ondorioa» (Bhattacharya,2019:12). Dibergentzia horrek azken buruan klasearen independentzia politikoaren ala posizio interklasisten alde apustu egitera garamatza, baita gainbalioaren erauzketaren muinean dagoen borrokari zer toki ematen zaion pentsatzera ere (tradizionalki borroka sindikala).
Gimenezen irudiko, ESTren terminoek bi analisi-mailak nahasteak (ekoizpen modua/ formazio sozial historikoa) abstrakzioa eragiten du, eta horrek lausotu egiten ditu giza erreprodukzio biologikoaren materialtasunaren eta horrek langile klaseko emakumeengan duen eragina (haren kontzientzian, sexualitatea bizitzeko duen eran...), garrantzia teoriko eta politikoa, ugalketa-eskubideen inguruan gertatzen diren lege- eta gizarte-kontrolerako ideologia eta forma ugariak, eta kapitalarentzat produktiboak ez diren langile klaseko segmentu horien beharrak asetzeko moduak.
Sexu-zapalkuntzaz gain beste zapalkuntza-ardatz batzuk kontuan hartzearen auzia berrartuta, maila politikoan, klase borroka kapitalaren balorizazio-zikloaren erdigunetik kentzeak, eta klasearen ardatza arrazaren edota sexuaren ardatzak bezain erabakigarritzat jotzen duten formulekin elkartzeak bi arrisku ekar ditzak: batetik, borroka politikoaren osaeran ikuspegi identitarioak iraunaraztea, eta guk gehitzen diogun bigarrena, estrategia dualista edo gehikuntzazkoak etengabe biziaraztea, klase konfrontazioaren fronte unitarioen kaltetan (sexua, arraza eta barneko aniztasuna kontuan hartzen dituztenak baina polo antagoniko komun gisa elkartuta, ez elkarri gehituta bakarrik), kapitalismoaren kontra ordezkatzen duen osotasun moduan.
Klasearen ardatza arrazaren edo sexuaren ardatza bezain determinantea dela uste duten formulek bi arrisku ekar ditzakete: borroka politikoaren osaeran ikuspegi identitarioak iraunaraztea eta estrategia dualistak edo gehikuntzazkoak etengabe biziaraztea, klase-konfrontazioaren fronte unitarioen kaltetan kapitalismoaren kontra ordezkatzen duen osotasun moduan
Gimenezek posizio hau bereziki azpimarratzen badu ere, egiaz, ko-eraketa horren edo klasearen ardatza gailentzearen aldeko apustua lauso eta kontraesanez beteta ageri dira Arruzza eta Bhattacharyan[8]. Bestela esanda, laneko borroken garrantzia nabarmentzen den arren, formulazio guztiz anbiguoak egiten dira identitatearen unibertsaltasunari/politikei[9] dagokienez. Anbiguotasun hori, ordea, modu garbian konponduko litzateke «Feminismoa % 99aren alde» manifestuan egindako formulazioan, zeina dagoeneko hainbat klase antolakuntza politikok kritikatu baitute: «Dagoeneko ikasi dugun irakaspena da klase estrategia bat garatu nahi duen proposamen politiko batek ezin duela besterik gabe behetik sortzen diren borroken aniztasunaren aldeko deia egin»[10], edo «Manifestuak aipatzen duen grebaren “berrasmatzea” ez da ekintza feminista guztiak, edozein izanda ere, izen horrekin izendatzea edo aldarrikatzea, ezta lan-auzi moduan ulertzen den ikuspegi zabal horretan zereginak atzeratzea aldarrikatzea ere, non egileek etxeko lanen greba eta “sexuaren eta irribarreen” greba nahasten baitituzte. […] Kontrara, greba-metodoaren aldarrikapen berri hau soldatapeko langileen zerbitzura jarri behar genuke patronalarekin, Estatuarekin eta burokrazia sindikalarekin duten konfrontazioan haiek indartzeko. […] Feminismo antikapitalistaren egungo zereginak sindikatuetan borrokatzea izan behar luke, batez ere oso feminizatuta dauden produkzioaren eta zerbitzuen sektoreetan, burokraziak banatzen duena batzea lortzeko. Baina Manifestuan, langile klaseaz, grebaz, antikapitalismoaz eta klase borrokaz hitz egiten denean, burokrazia sindikala ez da aipatu ere egiten, eta modu arriskutsuan, oro har sindikatuei lotzen zaie haien zuzendaritzaren politika korporatibo, ekonomizista eta korrosiboa[11]».
Ohar politiko batzuk Espainiako Estatuko ESTren inguruan
ESTk esplizituki esku-hartze politikoaren zerbitzura dagoen tresna gisa aurkezten du bere burua; beraz, postura ezberdinen analisiaren eta proposamen politiko zehatzaren arteko loturak bilatzea mugarria da. Bestela esanda, teoriaren eta apustu praktikoaren edo borroka estrategiaren arteko jarraikortasun/haustura aztertzea funtsezkoa da kapitalismoaren aurkako borrokan, baita ekoizpen modu kapitalistak langile klasearen aurka hedatzen dituen sexu, genero eta arraza zapalkuntzen askapenaren aldeko borrokan arrakasta edo porrota lortzeko aukerak ebaluatzeko ere.
ESTrekin modu esplizituan lotutako aurretiko eta garai bereko antologia eta argitalpenak egon badaude ere[12], esan daiteke gaur egun Cinzia Arruza, Titti Bhattacharya eta Susan Ferguson direla nazioarteko erreferentzia nagusiak feminismo marxistaren/ESTren ikuspegi berritu hori zabaltzeko, baita gure testuinguruan ere. Egile horiek ikusgai jartzeak izaera politikoa duen jauzi kualitatibo bat emango lioke bere ESTren begiradari, 2019an argitaratu baitzen Feminism for the % 99 (euskarazko itzulpenean Feminismoa % 99ren alde) zeina, aurrez esan bezala, azken lau urteetako Martxoaren 8ko nazioarteko deialdien inguruko eztabaidak sortutako esku-hartze politikorako manifestua den.
Autore horiek defendatzen duten ikuspegiaren lehentasun politikoa feminismo liberalari eremu politiko eta ideologikoa borrokatzea da (bere aldaera eta berrikuntza ezberdinetan, feminismo korporatiboa deitutakoa kasu). Bigarren maila batean, ez dator bat Italiako feminismo autonomotik[13] datozen figurek defendatzen dituzten jarrerekin eta ekonomia feministaren planteamendu boluntaristekin, nahiz eta, taktika, ezkerreko moduan sailka ditzakegun adierazpen feministekiko lotura-puntuak bilatzean oinarritzen den konfrontazio-puntuak bilatzean baino, kutsu herritarra duen fronte bateratu horren alde.
ESTaren egile nagusiek defendatzen duten ikuspegiaren lehentasun politikoa eremu politiko eta ideologikoa feminismo liberalari eztabaidatzea da, erreformismoarekin edo «identity politics»ekin dauden eztabaidak bigarren mailan utziz eta praktikan «gutxieneko izendatzaile komunaren» klasearteko fronte eta estrategien aldeko apustua eginez
Oro har, ESTren joera nagusiak ukatu egiten du feminismo marxista-autonomoak soldatapekoak ez diren lanek (etxeko lanak izan edo ez) zentzu kapitalistan balioa sortzen dutenaren nozioa, eta ez du bere egiten etxeko lanetarako soldata bat aitortzearen aldeko aldarrikapena.
Ekonomia feministari dagokionez, ESTk esplizituki aldarrikatzen du Marx, eta osotasun kapitalista modu zehatzean konfrontatu beharra azpimarratzen du, hau da, esku-hartze eta aldarrikapen programek ezin dutela gauzen egungo egoeraren erreforma puntualetara mugatu (klase borroka alde batera uzten duen boluntarismoan oinarrituta): erantzukidetasuna, kontziliazioa, kuotak, aitorpen politikak… Zentzu praktikoan, feminismo liberala edo ultraeskuinaren boutadeak konfrontatzea lehentasuna denez, horrek proposamen horien adierazpen erreformista eta ikuspegi estukoei aurka ez egitea dakar, eta ez da harritzekoa «%99ren aldeko feminismoaren» ikuspegira diskurtso sozialdemokrata duten figurak batu izana, Nancy Fraser, esaterako.
«Zaintza-krisia» deiturikoaren testuinguruan –Espainiako Estatuan nabarmen ezaguna den formula, hain zuzen ere, 2007-2008ko crak-aren ondoren banku pribatua erreskatatzearen ondorioz zerbitzu publikoetan egindako gastu publikoaren murrizketen eta lan-merkatuaren deserregulazioaren harira–, berriz agertu zaigu etxeko lanari buruzko eztabaida.
Gaur egungo terminoetan, eztabaida zaharra «zaintza-lan» gisa birformulatzen da, eta, berriro ere, ezkerreko korronte ezberdinen arteko eztabaida pribilegiatuaren eremua osatzen du feminismoaren barruan.
Ikuspegi boluntaristen, sozialdemokraten (edo sozia-liberalismoak «ezkerrera uzten duen espazioa okupatzeko» hautagai diren hauteskunde-plataformen) edo Espainiako Estatuan ordena kapitalistarekin haustura planteatzen duten ikuspegien arteko tentsioa argi eta garbi ikusten da 2018ko Martxoaren 8an deitutako grebaren zehaztapenetan, greba errealaren edo ikusarazte sinbolikoaren arteko desadostasunak eragindako tentsioa, hain zuzen. Bestalde, tentsioa edo eklektizismo politikoa argi ikus daitezke hizkuntza-trukaketan eta kontzeptuen eta formulazioen maileguan, hala nola «kapitalismoa-vs-bizitza» nozioan, «bizitza erdigunean jartzean», «zainketa-lanak birbalorizatzean»... Adostasun itxura ematen duten lelo horien azpian, praktikan, sakonean eztabaidatu gabeko aldarrikapen kontraesankorrak daude. Jakintzat jotakoak ez definitzeak, edo anbiguotasun inklusibo kalkulatuek, talka egiten dute masa-fronte oso heterogeneo baten adierazpen, estrategia eta aliantza politikoekin, zeinetan eztabaida politikoa likidatu egiten den ikuspegi estrategikorik gabeko aldarrikapenetan eta ekintzen metaketa agonikoan.[14]
Politikatik berriro teoriara
1990eko hamarkadaz geroztik, marko politiko orokorrean berrargitaratzen ari diren eztabaidagaiak dira, hain zuzen, borroka-fronteen zatiketa identitarioa (edo ekintza estrategikorako batasuna lortzeko ezintasuna, McNallyk eta Fergusonek 1990/2000ko hamarkadari buruz adierazi zuten bezala, nahiz eta ekintza kolektiboaren logika ez den inola ere gainditu), eta mugimendu sozialak programa erreformistek lagundutako erretorika antikapitalistekin surfeatzeko asmoaren ondorioak, izan antiglobalizazio terminoetan, termino ekologikoetan edo oraingo masa-fronte feministaren terminoetan.
Mugimendu sozialak programa erreformistekin batera erretorika antikapitalistekin surfeatzeko asmoa 1990eko hamarkadatik esparru politiko orokorrean berrargitaratzen ari den eztabaida da, dela globalizazioaren aurka, dela ekologikoki, dela orain masa feministen frontean
Hala ere, bereziki baliagarria da kategorien eta proposamen estrategikoen arteko erlazioa arakatzea, hau da, Feuerbachi buruzko tesi ospetsuaren praxiaren teoria eta grina eraldatzaileari berriz heltzea.
Bereziki baliagarria izan zen langile klaseko emakumeen askapenaren aldeko borrokaren eremuan, zeinetan harreman teoriko-politikoa zatitu egin baitzen. Erretorika akademikoak edo ikuspegi «teknikoek» (hau da, kapitalismoaren egiturazko baldintzatzaileak ez dituzte zalantzan jarri ezta tenkatu ere, politika ekonomiko jakinen arrakastarako ohiko oztopo gisa) entzuleria zabala lortu zuten, baita ekintza kolektiboaren amaiera feminismoaren eremuko tresna erabilgarri izan zitekeela teorizatu ere (identitatea aitortzeko politiken eta banakako performatibitatearen alde). Teoriaren zurrunbiloa eta praxi politikoa era arrakastatsuan artikulatzeko beharra gako garrantzitsua da[15].
ESTren proposamen ezberdinetatik hedatzen diren helburu eta proposamenetan gorpuzten den teoria eta praktikaren arteko loturak, askapenerako subjektu politikoa (langile klasea) argi eta garbi kokatzea ahalbidetzen digu. Horrez gain, giltzarri diren elementuak eskaintzen dizkigute, segmentu desberdinetako (zeinetan kapitalismoak nazioarteko langileria mailakatu eta konfrontatzen duen) gorputzen proletarizazio eta merkantilizazio prozesuen eragina eta papera argitzeko: izan organoen eta ehunen trafikoa, prostituzioa eta sabelen alokairua, bai eta langileriaren eta, bereziki, emakumeen aurka osatutako prozesuak ere, COVID-19aren krisiari lotuta (arriskuarekiko gehiegizko esposizioa, soldatapeko eta soldataz kanpoko gain-esplotazioa, osasun publikoaren desegitea, hezkuntza publikoaren ospe onaren galera eta ekintza politikoaren errepresioa). Artikulazio horrek ekintza politiko pedagogiko eta argi baterako balio beharko liguke, eta, baita, era berean, sozialdemokraziak fronte desberdinetatik planteatzen dituen leku komun faltsuak eta iruzur oportunistak desegiteko ere, izan epe laburreko helburuetara jo nahia, «pragmatismoa» edo erredentzio politikoa fronte interklasisten aurrean (masa-fronteak izan edo ez), zeintzuek, lehenik eta behin, kapitalismoaren gainditzearen ukazio teoriko eta praktikoa exijitzen duten, kapitalismo «gizatiar», «feminista» edo «antiarrazista» bat posible denaren utopiaren mesedetan.
Erreferentziak
Bhattacharya, Tithi (ed) (2019), Teoria de la reproducció social. Ressituant la classe, recentrant l’opressió. Manresa: Tigre de Paper
Ferguson, Susan (2020) Women and work. Feminism, labour and social reproduction. London: Pluto Press
Giménez, Martha E. (2018) Marx, Women and capitalist social reproduction. Marxist feminist essays. Chicago: Haymarket Books.
Lebowitz, Michael (2005) Más allá de El Capital. La economía política de la clase obrera en Marx. Akal: Madrid
Vogel, Lise ([1983] 2013) Marxism and the oppression of women. Toward a Unitary Theory. Chicago: Haymarket Books.
Young, Iris M. (1980) Socialist feminism and the Limits of the Dual system theory a Hennessy, R. & Ingraham, C. (eds) (1997), Materialist feminism. A reader in class, difference and women’s lives. London: Routledge
Oharrak
En resumen, el vínculo entre la teoría y la práctica en los objetivos y propuestas que emanan de las diferentes propuestas de la TRS nos permiten situar con claridad el sujeto político de la emancipación (la clase trabajadora) pero también aportan elementos clave para clarificar el impacto y el papel de los procesos diferenciales de proletarización y mercantilización de los cuerpos de los diferentes segmentos en los que el capitalismo jerarquiza y confronta a la clase trabajadora internacional: desde el tráfico de órganos y tejidos, pasando por la prostitución y el alquiler de vientres e incluso los procesos vinculados a la crisis del CoVid19 conformados contra la clase trabajadora y específicamente, las mujeres (sobreexposición al riesgo, superexplotación asalariada y extrasalarial, desmantelamiento de la sanidad pública, desprestigio de la educación pública y represión de la acción política). Una articulación que debería servirnos para una acción política pedagógica y clara y también para deshacernos de falsos lugares comunes y de las trampas oportunistas que tiende la socialdemocracia desde diferentes frentes, sea el cortoplacismo, el «pragmatismo» o la rendición política ante frentes inteclasistas – de masas o no- que, de entrada, exigen la renuncia teórica y práctica a la superación del capitalismo en pro de la utopía de que es posible un capitalismo «con rostro humano», «feminista» o siquiera «antirracista».
Referencias
Bhattacharya, Tithi (ed) (2019), Teoria de la reproducció social. Ressituant la classe, recentrant l’opressió. Manresa: Tigre de Paper
Ferguson, Susan (2020) Women and work. Feminism, labour and social reproduction. London: Pluto Press
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Lebowitz, Michael (2005) Más allá de El Capital. La economía política de la clase obrera en Marx. Akal: Madrid
Vogel, Lise ([1983] 2013) Marxism and the oppression of women. Toward a Unitary Theory. Chicago: Haymarket Books.
Young, Iris M. (1980) Socialist feminism and the Limits of the Dual system theory a Hennessy, R. & Ingraham, C. (eds) (1997), Materialist feminism. A reader in class, difference and women’s lives. London: Routledge
Notas
[1] Cinzia Arruzza hace un somero repaso a la caracterización política del período en «Las sin parte» En el caso específico del Partido Comunista de Estados Unidos, es interesante comparar relatos dado que la reconstrucción de genealogías y trayectorias no está libre de las posiciones políticas desde las que se realizan: a modo de ejemplo, el relato de Jodie Dean (a «Necessitem camarades», Tigre de Paper 2019) y el que hace Susan Ferguson (2020). Por otra parte, por razones de espacio, en estas páginas no se tratará el desarrollo teórico y político fuera del contexto occidental (Norteamérica y Europa).
[2] Benería, Lourdes (1999), La aparición de la economía feminista. Historia Agraria, nº 17, pp 59-61.
[3] Ver la crítica de Irish Young(1980) o Susan Ferguson (2020).
[4] Ver «Interseccions i dialèctica: reconstruccions crítiques en la teoria de la reproducció social» de David McNally en Bhattacharya (2019).
[5] Desde la perspectiva ecofeminista, la obra de Vandana Shiva y de Jules Falquet ilustra cómo los macroplanes de ajuste estructural impactan en la proletarización de más segmentos de población, a menudo vinculados a los célebres «microcréditos» promocionados por el Banco Mundial y otros organismos internacionales como herramientas específicas de «empoderamiento» de las mujeres de la periferia capitalista.
[6] La realidad práctica de la Ley de Dependencia es el ejemplo más claro de que el papel lo sostiene todo, hasta que llega el momento de cumplir con los pagos de la deuda privada y los dictados del Banco Central Europeo. En julio de 2020, los propios informes de Servicios Sociales reconocen que 164 personas dependientes fallecen cada día en el Estado español sin recibir atención, sea por el colapso para la mera evaluación del grado de dependencia, sea porque, aun estando reconocida, su abono se retrasa indefinidamente. https://www.infolibre.es/noticias/politica/2020/07/10/un_total_164_dependientes_mueren_dia_sin_recibir_atencion_segun_directores_servicios_sociales_108731_1012.html El contexto del CoVid nos ha brindado nuevos y aberrantes ejemplos sobre cuál es el potencial de estas políticas públicas que reconocen prestaciones que o no se abonan o cuyo acceso se restringe con trabas burocráticas insalvables: desde la prestación por Covid para las trabajadoras del hogar o el Ingreso Mínimo Vital.
[7] El nudo gordiano de este balance nos remite a la cuestión de «la población» en Marx y las dos citas célebres acerca de confiar en la naturaleza la reproducción humana o la existencia de relaciones sociales de producción y de reproducción.
[8] «For it is not true that the working class cannot fight in the sphere of reproduction. It is, however, true that it can only win against the system in the sphere of production»[…] An understanding of capitalism as an integrated system, where production is scaffolded by social reproduction, can help fighters understand the significance of political struggles in either sphere and the necessity of uniting them. […] At this particular moment of neoliberal crisis, gender is being used as the weapon of class struggle by capital. […] Our solution as Marxist revolutionaries is not to simply talk about the importance of class struggle, but to link the struggles of the formal economy to those outside of it. For this to happen, it is less important that we «win the argument» with oppressed identities. It is more important that we win their trust, by being the most intransigent fighters at home and at work. This is why in the organizations where we fight for wages (e.g., our labor unions), we need to raise the question of reproductive justice; and in our organizations where we fight against sexism and racism, we need to raise the question of wages. https://socialistworker.org/2013/09/10/what-is-social-reproduction-theory.
[9] «La experiencia concreta de la huelga de mujeres, [...], hizo que la cuestión de si la lucha de clases debía tener prioridad sobre las luchas “basadas en la identidad”, no solo quedara obsoleta sino también retratada como engañosa. Si pensamos la clase como un agente político, el género, la raza y la sexualidad deben ser reconocidas como componentes intrínsecos de la forma en que las personas concretan su sentido del yo y su relación con el mundo y, por lo tanto, son parte de la manera en que las personas se politizan e involucran en la lucha. […] Es fundamental para la organización, las estrategias y la táctica política, la idea de que siempre deben hundir sus raíces en la experiencia concreta de las personas. La abstracción de la experiencia conduce al reemplazo del materialismo por el racionalismo –a saber, combinaciones de categorías analíticas y realidad subjetiva y su proyección libresca acerca de lo que la lucha de clases significa (o debe significar) en las realidades vividas por la gente-. Por otra parte, si el feminismo y el antirracismo aspiran a ser proyectos de liberación para el conjunto de la humanidad, entonces la cuestión del capitalismo es ineludible. El problema de la sustitución de la lucha de clases por luchas basadas en la identidad debe ser reformulado como un problema político surgido de la hegemonía de la articulación liberal del discurso feminista. [...]» https://marxismocritico.com/2018/03/07/del-feminismo-de-la-reproduccion-social-a-la-huelga-de-mujeres/
[10] Itaia: https://itaia.eus/2020/01/26/politica-del-99-sumas-que-restan/
[11] http://www.izquierdadiario.es/Feminismo-para-el-99-estrategias-en-debate-134929 Para una lectura sindical de clase sobre las convocatorias del 8 de marzo, es recomendable el posicionamiento de la Coordinadora Obrera Sindical en 2018: https://sindicatcos.cat/8-de-marc-vaga-general-feminista/
[12] Algunos ejemplos: Bezanson, Kate & Luxton, Meg (eds)(2006) Social reproduction. Feminist political economy challenges neo-liberalism. Montreal: McGill-Queen’s University Press; Bakker, Isabella & Gill, Stephen (eds) (2003) Power, production and social reproduction. New York: Palgrave Macmillan; Hansen, Karen V. & Philipson, Ilene J. (eds) (1990) Women, class and the feminist imagination. A socialist-feminist reader. Philadelphia: Temple University Press, ...
[13] Tras el éxito editorial internacional de «El Calibán y la bruja» ha obtenido una fuerte visibilidad a través de la figura de Silvia Federici y ha provocado, incluso, la reedición de «El arcano de la reproducción» de Leopoldina Fortunati. Esta última ensaya una, a nuestro parecer, fallida enmienda a la teoría del valor para defender una posición intermedia entre quienes postulan que el trabajo doméstico (extramercantil) produce «valor» en el sentido capitalista del término y quienes rechazan de plano la aplicación grosera de las categorías de El Capital.
[14] Tampoco hay que perder de vista, que en la disputa política e ideológica del frente feminista en el Estado español también están presentes otros enfoques ligados a los estudios culturales y las políticas de la identidad, como la teoría y el activismo queer …, que a menudo reclama (y obtiene) su correspondiente cuota particularista autorreferencial. Y, finalmente con el telón de fondo, nunca hay que olvidarlo, del feminismo liberal, el neomasculinismo (y el rechazo a lo que llaman la «ideología del género») y la instrumentalización de la ultraderecha de la cuestión feminista. Especialmente preocupante, en nuestro contexto, cómo la agitación del fantasma (muy real) de la ultraderecha, a menudo sirve como mordaza de debates políticos de clarificación en el seno del anticapitalismo en nombre del cortoplacismo y el «realismo» (por no decir, de la resignación y abandono de un proyecto politico propio de ruptura y confrontación).
[15] Valga como ejemplo la contradicción entre la doctrina oficial del Pardido Socialdemócrata Alemán y la agitación realizada por Clara Zetkin, magistralmente repasada por Vogel, una herencia contradictoria que marcó los retrocesos de la II Internacional e inspiraría los elementos más rupturistas de la revolución bolchevique y cuyo eco, pese al anticomunismo banal, resuena en las asambleas de base del frente feminista contemporáneo.[2] Benería, Lourdes (1999), La aparición de la economía feminista. Historia Agraria, 17. zk., 59-61 orr.
[3] Ikus Irish Youngen (1980) kritika edo Susan Fergusonena (2020).
[4] Ikus «Interseccions i dialèctica: reconstruccions crítiques en la teoria de la reproducció social» (David McNally, in Bhattacharya 2019).
[5] Ikuspegi ekofeministatik, Vandana Shivaren eta Jules Falqueten lanek erakusten dute doikuntza estrukturalerako makroplanek biztanleriaren segmentu gehiagoren proletarizazioa ere eragiten duela, sarri Munduko Bankuak eta beste nazioarteko organismo batzuek sustatutako «mikrokreditu» ezagunak ematen periferia kapitalistako emakumeak «ahalduntzeko» tresna moduan.
[6] Mendetasun Legearen errealitate praktikoak argi erakusten du paperean guztia kabitzen dela, zor pribatuen ordainketak betetzeko unea eta Europako Banku Zentralaren aginduak iritsi arte. 2020ko uztailean Gizarte Zerbitzuetako txostenek beraiek aitortzen dute Espainian mendekotasuna duten 164 pertsona hiltzen direla egunean arretarik gabe, izan mendekotasun-gradua ez delako balioetsi kolapsoagatik, edo mendekotasuna aitortua egonagatik, ordainketa denbora mugagabez atzeratu zaielako. https://www.infolibre.es/noticias/politica/2020/07/10/un_total_164_dependientes_mueren_dia_sin_recibir_atencion_segun_directores_servicios_sociales_108731_1012.html CoVid-aren testuinguruak adibide berri bezain larriak eman dizkigu prestazioak aitortzen dituzten politika publikoen potentzialaz: maiz ez dira prestazioak ematen edo haien eskuragarritasuna gainditu ezinezko langa burokratikoetara mugatzen da, hasi etxeko langileentzako Covidagatiko prestaziotik eta Bizitzeko Gutxieneko Diru-sarrerara arte.
[7] Balantze honen korapilo gordiarrak Marxen lanetako «populazioaren» auzira garamatza, baita bi aipu ezagunetara ere, giza ugalketa naturaren esku uztearen edo produkzioko eta erreprodukzioko harreman sozialen existentziaren inguruan.
[8] «For it is not true that the working class cannot fight in the sphere of reproduction. It is, however, true that it can only win against the system in the sphere of production»[…] An understanding of capitalism as an integrated system, where production is scaffolded by social reproduction, can help fighters understand the significance of political struggles in either sphere and the necessity of uniting them. […] At this particular moment of neoliberal crisis, gender is being used as the weapon of class struggle by capital. […] Our solution as Marxist revolutionaries is not to simply talk about the importance of class struggle, but to link the struggles of the formal economy to those outside of it. For this to happen, it is less important that we «win the argument» with oppressed identities. It is more important that we win their trust, by being the most intransigent fighters at home and at work. This is why in the organizations where we fight for wages (e.g., our labor unions), we need to raise the question of reproductive justice; and in our organizations where we fight against sexism and racism, we need to raise the question of wages. https://socialistworker.org/2013/09/10/what-is-social-reproduction-theory.
[9] «La experiencia concreta de la huelga de mujeres, [...], hizo que la cuestión de si la lucha de clases debía tener prioridad sobre las luchas “basadas en la identidad”, no solo quedara obsoleta sino también retratada como engañosa. Si pensamos la clase como un agente político, el género, la raza y la sexualidad deben ser reconocidas como componentes intrínsecos de la forma en que las personas concretan su sentido del yo y su relación con el mundo y, por lo tanto, son parte de la manera en que las personas se politizan e involucran en la lucha. […] Es fundamental para la organización, las estrategias y la táctica política, la idea de que siempre deben hundir sus raíces en la experiencia concreta de las personas. La abstracción de la experiencia conduce al reemplazo del materialismo por el racionalismo –a saber, combinaciones de categorías analíticas y realidad subjetiva y su proyección libresca acerca de lo que la lucha de clases significa (o debe significar) en las realidades vividas por la gente-. Por otra parte, si el feminismo y el antirracismo aspiran a ser proyectos de liberación para el conjunto de la humanidad, entonces la cuestión del capitalismo es ineludible. El problema de la sustitución de la lucha de clases por luchas basadas en la identidad debe ser reformulado como un problema político surgido de la hegemonía de la articulación liberal del discurso feminista. [...]» https://marxismocritico.com/2018/03/07/del-feminismo-de-la-reproduccion-social-a-la-huelga-de-mujeres/
[10] Itaia: https://itaia.eus/2020/01/26/politica-del-99-sumas-que-restan/
[11] http://www.izquierdadiario.es/Feminismo-para-el-99-estrategias-en-debate-134929 Para una lectura sindical de clase sobre las convocatorias del 8 de marzo, es recomendable el posicionamiento de la Coordinadora Obrera Sindical en 2018: https://sindicatcos.cat/8-de-marc-vaga-general-feminista/
[12] Adibide batzuk: Bezanson, Kate & Luxton, Meg (eds)(2006) Social reproduction. Feminist political economy challenges neo-liberalism. Montreal: McGill-Queen’s University Press; Bakker, Isabella & Gill, Stephen (eds) (2003) Power, production and social reproduction. New York: Palgrave Macmillan; Hansen, Karen V. & Philipson, Ilene J. (eds) (1990) Women, class and the feminist imagination. A socialist-feminist reader. Philadelphia: Temple University Press, ...
[13] Kaliban eta Sorginaren nazioarteko arrakasta editorialaren ondoren ikusgarritasun handia lortu du Silvia Federiciren figuraren bidez, eta Leopoldina Fortunatiren L’arcano della riproduzione. Casalinghe, prostitute, operai e capitale-ren berredizioa ekarri du (gaztelaniaz: el arcano de la reproducción. Amas de casa, prostitutas, obreros y capital). Azken horrek, gure ustez, gehikuntza okerra egiten dio balioaren teoriari, eta erdibideko posizio bat defendatzen du etxeko lanak (merkatutik kanpokoak) zentzu kapitalistan balioa ekoizten duela defendatzen dutenen eta Kapitalaren kategorien aplikazioa erabat baztertzen dutenen artean.
[14] Era berean, ez da ahaztu behar Espainiako Estatuan fronte feministak duen eztabaida politiko eta ideologikan ere presente daudela ikasketa kulturalekin eta identitate-politikekin lotutako beste ikuspegi batzuk ere, adibidez queer teoria eta aktibismoa, zeinak maiz autoerreferentziazko kultura partikularista eskatzen (eta lortzen) baituen. Eta, azkenik, feminismo liberalaren testuinguruan (hori ez da sekula ahaztu behar) neomaskulismoa (eta «genero-ideologia» esaten dioten horren ukazioa) eta ultraeskuinak auzi feminista instrumentalizatzea ere erralitate direla. Bereziki kezkagarria da gure testuinguruan eskuin muturraren mamuak (oso erreala izaki) sortzen duen asaldurak askotan isilarazi egiten dituela antikapitalismoaren muinean gertatzen diren argipenezko debate politikoak, epe laburkeriaren eta «errealismoaren» izenean (ez esateagatik, hausturak eta konfrontazioak ezaugarritzen duen proiektu politiko baten etsipena eta abandonuak eraginda).
[15] Adibide moduan erabil dezakegu Alemaniako Alderdi Sozialdemokrataren (SPD) doktrina ofizialaren eta Clara Zetkinek eragindako asalduraren arteko kontraesana, Vogelek arteziaz errepasatzen duena. Kontraesanen herentzia horrek II. Internazionalaren atzerapausoak markatu zituen eta iraultza boltxebikearen elementurik apurtzaileenak inspiratu zituen; haren oihartzuna, antikomunismo hutsala gorabehera, fronte feminista garaikidearen oinarrien asanbladetan ikus daiteke oraindik.