En Euskal Herria, a principios del siglo XXI una corriente política ha predominado los movimientos sociales, hasta casi tener el monopolio absoluto de casi todos los movimientos de protesta. Sin embargo, esto no siempre ha sido así; hubo antes otra corriente revolucionaria dentro de «el movimiento vasco radical de masa» que, al igual que la izquierda abertzale, tuvo gran capacidad de arraigo y movilización. A esa corriente se la denominaba izquierda revolucionaria o izquierda radical. En su época, algunos sectores desdeñaron y menospreciaron dicha corriente tachándola de españolista o sucursalista. Aun así, la izquierda revolucionaria fue una de las formas que tomó la lucha de clases y resultó ser parte imprescindible de la tradición revolucionaria de Euskal Herria.
Hasta hace poco, la lucha de clases y el socialismo estaban algo olvidados; la bandera roja se situaba en un papel secundario dentro de los movimientos sociales. Aunque en Euskal Herria haya habido durante muchos años grandes luchas sociales, el fracaso del socialismo real y las tendencias pequeñoburguesas dentro de la izquierda abertzale influyeron en que esto sucediera así.
No obstante, esto no fue siempre así, hubo una época en la que el comunismo y la clase obrera tuvieron gran centralidad en los movimientos revolucionarios de Euskal Herria. Durante el ocaso del franquismo, en la oposición antifranquista de Hego Euskal Herria se crearon algunos partidos comunistas de carácter revolucionario. Esos partidos, amparados por la coyuntura internacional y las expectativas revolucionarias que parecían abrirse, tuvieron gran repercusión y tuvieron capacidad para intervenir en diferentes ámbitos, sobre todo en el movimiento obrero. El origen de todos estos partidos se remonta al final de la década de los 60, y su momento álgido fue durante los años clave de la transición, es decir, de 1975 a 1977. A través de movilizaciones, lograron tejer vínculos con numerosos sectores sociales y así ayudaron a erosionar la dictadura franquista. Sin embargo, a principios de la década de 1980 esta corriente revolucionaria entró en declive. Estamos hablando de partidos como el Movimiento Comunista de Euskadi (EMK-MCE, Euskadiko Mugimendu Komunista), la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), la Liga Komunista Iraultzailea (LKI-LCR, que antes fue LCR-ETA VI), la Liga Comunista (LC), el Partido del Trabajo de España (PTE, y antes Partido Comunista de España –Internacional–) y la Organización de la Izquierda Comunista (OIC-EKE)[1]. Estos fueron los más importantes, aunque también existieron algunos otros más minoritarios.
Durante el ocaso del franquismo, en la oposición antifranquista de Hego Euskal Herria se crearon algunos partidos comunistas de carácter revolucionario
El origen de todos estos partidos se remonta al final de la década de los 60, y su momento álgido fue durante los años clave de la transición, es decir, de 1975 a 1977
A causa del fracaso generalizado del movimiento obrero, se dio una ruptura en la memoria de estas tradiciones revolucionarias. Se rompió el vínculo generacional y los comunistas de hoy en día ni siquiera conocen los lenguajes, los lemas o los modelos de organización de entonces. No obstante, en los últimos años estamos viviendo una época de florecimiento de movimientos políticos con carácter de clase. Se está produciendo el renacimiento de la llama revolucionaria y el conocimiento de las culturas rebeldes del pasado puede serle útil al movimiento socialista actual. Pero no me entendáis mal: el objetivo no es copiar acríticamente la cultura y la estética obrera de aquella época, eso sería puro folclore. Las culturas revolucionarias de aquel entonces respondían a las necesidades de la época y los movimientos sociales actuales necesitan otros recursos propios de esta época. Pero para crear nuevos recursos propios, podría ser enriquecedor recuperar el pasado del movimiento obrero y de los movimientos sociales.
¿CÓMO Y DE DÓNDE SURGIÓ LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA?
Hacia el final de la década de los 60, los movimientos emancipadores de todo el mundo experimentaron un gran impulso. Se agudizaba la intensidad de la lucha de clases, los países del Tercer Mundo estaban alzándose y parecía que en cualquier rincón del mundo se podían conseguir cambios sociales profundos. En plena Guerra Fría, el capitalismo y el socialismo se hallaban en una intensa competencia, y la mera existencia de la Unión Soviética, aunque criticable para muchos, abría posibilidades para la transformación social. Así pues, este proceso general de radicalización internacional se conoce actualmente como el Largo 68 o el Segundo Asalto Proletario a la Sociedad de Clases.
Al mismo tiempo, en esos años de posguerra, la economía capitalista estaba inmersa en el mayor crecimiento económico de su historia. En un principio, con motivo de la dictadura franquista, España se quedó al margen de la situación del resto de Europa: estaba sumida en la recesión económica y el aislamiento político. Pero la situación comenzó a cambiar a mediados de la década de 1950, debido a los acuerdos comerciales con Estados Unidos y al Plan de Estabilización de 1959. El impulso industrializador denominado Desarrollismo revolucionó la estructura económica de Hego Euskal Herria, sobre todo en las provincias del interior, donde Álava y Navarra vivieron una auténtica revolución industria. Aquel crecimiento económico se basó en el capitalismo de modelo fordista y modificó por completo la naturaleza y composición del proletariado.
A consecuencia de estos profundos cambios socioeconómicos, se produjo el éxodo rural y la proletarización de numerosos campesinos, lo que provocó la creación de una nueva clase obrera. La clase obrera se componía en su mayor parte de personas jóvenes y no tenía relación directa con las tradiciones izquierdistas de preguerra. Pronto, junto con el nuevo modelo del capitalismo, se formaron nuevas relaciones entre empresarios y trabajadores y se abrió un nuevo período de conflictos laborales, sobre todo desde la aprobación de la Ley de Convenios Colectivos de 1958. En este contexto, los trabajadores crearon una nueva identidad (es decir, una nueva subjetividad o un nuevo nosotros) a causa de vivencias padecidas y compartidas, como por ejemplo, experiencias de explotación, necesidades económicas, luchas colectivas, etc. De este modo, aquella clase obrera tomó conciencia y se constituyó como sujeto histórico[2].
Pronto, la clase obrera tomó conciencia y creó instrumentos eficaces para la defensa de sus intereses: la solidaridad de clase y las Comisiones Obreras (CCOO, que eran organizaciones obreras unitarias de base y no el sindicato burocrático que hoy conocemos)[3]. La corriente política de la izquierda revolucionaria surgió, por tanto, para responder a esa nueva realidad de la lucha de clases, en ese contexto de radicalización internacional.
La corriente política de la izquierda revolucionaria surgió, por tanto, para responder a esa nueva realidad de la lucha de clases, en ese contexto de radicalización internacional
Como es sabido, la izquierda revolucionaria no fue una sola y unificada corriente. De hecho, grupos de diferentes referencias ideológicas (maoísmo, trotskismo, leninismo, hoxhaismo, comunismo consultivo...) compitieron entre sí en un espacio político estrecho. En general, casi todas estas organizaciones procedían de uno o varios de los siguientes orígenes: el movimiento estudiantil radicalizado, en las escisiones producidas desde la izquierda del PCE (especialmente en España), en las corrientes obreristas de ETA y en los movimientos apostólicos cristianos radicalizados. En Euskal Herria los que más eco tuvieron fueron estos dos últimos.
Por un lado, la procedencia cristiana de la izquierda radical tuvo su origen en la aproximación de sectores religiosos hacia la gente más oprimida, como consecuencia de la doctrina social de la Iglesia y del Concilio Vaticano IIº (1962-1965). El objetivo inicial de asociaciones como la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), la Juventud Obrera Católica (JOC) o Vanguardia Obrera Social (VOS) era trasladar el evangelio a los sectores más marginados de la sociedad. El papel de estas asociaciones fue impulsar espacios de socialización cristiana entre los trabajadores y, en principio, no hacían activismo político directo: ofrecían a los trabajadores formación profesional, formación espiritual y ocio barato. Todas estas actividades constituyeron un marco de socialización prepolítica para muchos obreros[4]. Pero pronto, numerosos miembros de estos movimientos se radicalizaron. Las organizaciones de apostolado obrero chocaron con las necesidades y la falta de libertad de los trabajadores, y despertó la conciencia social. Estas asociaciones, que formaban parte del catolicismo social, permitieron la creación de la izquierda revolucionaria porque fueron el punto de encuentro y escuela de formación de muchos militantes. Además, como la Iglesia tenía facilidades legales, sus puntos de encuentro y recursos materiales sirvieron en los primeros pasos de la izquierda revolucionaria. Asimismo, mucha de la gente que pasó por las asociaciones cristianas o el seminario se convirtieron en militantes y cuadros de los partidos revolucionarios. El ejemplo más claro fue el del partido maoísta ORT, que tuvo su origen en el sindicato AST (Acción Sindical de Trabajadores), fundado por miembros de la asociación jesuita VOS. Pero en el resto de partidos también hubo miembros que antes formaron parte de estos movimientos cristianos.
Por otro lado, las corrientes obreristas que se desarrollaron en la organización Euskadi Ta Askatasuna fueron la otra fuente importante de la izquierda revolucionaria de Euskal Herria. En los años 60 y 70 ETA fue vivero de comunistas. Los cambios demográficos y sociológicos generados por la rápida industrialización del desarrollismo también influyeron en el movimiento abertzale. Todo ello suscitó una reflexión en el seno de ETA sobre el nacionalismo, organización que desde la década de 1960 trató de unir nacionalismo e izquierdismo. Sin embargo, las huellas de doctrinas pasadas (nacionalismo esencialismo, desconfianza hacia los inmigrantes, etc.) seguían afectando a algunos sectores de ETA; la síntesis entre nacionalismo y corrientes de izquierdas fue un proceso complejo y lleno de contradicciones. Como consecuencia de estas discusiones, hubo escisiones y rupturas en la Vª y en la VIª asamblea (1966-67 y 1970). De aquellas corrientes obreristas salieron los embriones de los partidos EMK y LKI, pero también numerosos militantes revolucionarios de partidos como ORT, LC y OIC-EKE, entre otros.
ILUSIÓN REVOLUCIONARIA: CUANDO MIRARON CARA A CARA AL CAPITALISMO
En un principio, a finales de la década de los 60, era tarea difícil y ardua poner en marcha las diferentes luchas. Aunque eran tiempos de penurias y de falta de libertades, no era fácil movilizar a la gente, ya que el miedo y la represión pesaban demasiado. Pero en pocos años, la izquierda revolucionaria logró arraigarse en la oposición antifranquista de Hego Euskal Herria, principalmente en el movimiento obrero. Sus militantes organizaron y promovieron Comisiones Obreras en numerosos centros de trabajo, y poco a poco fueron proliferando y extendiéndose las movilizaciones. A pesar de compartir referentes ideológicos y estratégicos, existía mucho sectarismo y división entre la izquierda revolucionaria. Por eso, se implantaron de manera fragmentada a lo largo del territorio, y fue habitual que en cada comarca predominara una corriente distinta. En la Comarca de Pamplona, Tolosaldea y entre los campesinos de la Ribera predominaba la ORT. La EMK tenía una fuerte presencia en Bizkaia, controlaba la corriente mayoritaria de CCOO en Gipuzkoa, y tenía una presencia destacada en Pamplona y Tudela. En el caso de la OIC-EKE, Gipuzkoa fue uno de los puntos fuertes estatales de esta organización (principalmente la zona de Oarsoaldea), donde participaba en el movimiento obrero a través de la plataforma Comités Obreros. LCR-LKI, LC y PTE también tuvieron una presencia destacada (pero variable según la región), así como otros partidos y asociaciones radicales más minoritarias. En Vitoria, en cambio, el desarrollo de los movimientos radicales fue tardío y autónomo, que estalló repentinamente a principios de 1976[5]. En Iparralde, por su parte, la izquierda radical francesa tuvo menos influencia que en Hegoalde, existían la Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR) que era trotskista y Révolution!, semi-maoísta.
A diferencia de la mayoría de los territorios españoles, los partidos de la izquierda radical lograron encabezar las reivindicaciones de los trabajadores, muy por encima de la capacidad del reformista PCE, y lideraron exitosas movilizaciones de masas. Por ejemplo, el 11 de diciembre de 1974 MCE, ORT y las Comisiones Obreras de Gipuzkoa y Navarra (junto con el apoyo de CCOO de la Margen Derecha, ORT, MCE, LCR-ETA VI y LC) convocaron una huelga general en contra de la opinión de la Coordinadora General de CCOO y del PCE. Fue una movilización de gran éxito puesto que movilizó a unos 200.000 trabajadores de Gipuzkoa, Bizkaia y Navarra. Esta huelga puso de manifiesto la especial correlación de fuerzas que existía en Hegoalde entre el PCE y los partidos revolucionarios. Los partidos que se situaban a la izquierda del PCE mostraron que tenían fuerza, y quedó claro que se podían llevar a cabo movilizaciones exitosas sin el liderazgo del partido de Carrillo[6]. La izquierda abertzale, mientras tanto, tenía todavía una capacidad limitada para influir en el movimiento obrero. Debido al excesivo peso de la rama militar, la izquierda abertzale civil no se había constituido todavía, lo que le generaba dificultades para relacionarse con sectores sociales más amplios.
La izquierda abertzale, mientras tanto, tenía todavía una capacidad limitada para influir en el movimiento obrero. Debido al excesivo peso de la rama militar, la izquierda abertzale civil no se había constituido todavía, lo que le generaba dificultades para relacionarse con sectores sociales más amplios
Hasta 1977, la tendencia general de las movilizaciones fue ascendente: cada vez eran más multitudinarias y más exitosas. Además, se empezaron a introducir más elementos en las reivindicaciones de las movilizaciones, ya que se mezclaban diferentes tipos de convocatorias: desde las reivindicaciones de cada frente de lucha (vecinal, educativo o de las fábricas), pasando por los paros solidarios con otros centros de trabajo, hasta las de carácter estrictamente político o antirrepresivo. Todas las reivindicaciones, tanto las que eran cercanas y concretas como las que eran más generales, se hacían a la vez, porque todo se mezclaba. En consecuencia, había una actividad constante en las fábricas y como dicen algunos militantes de entonces: «no hubo ni un solo mes en el que cobráramos el salario completo».
Además, contaban con la aceptación y el reconocimiento de amplios sectores sociales y los militantes sentían ese apoyo. Tomaron un papel dinamizador y organizador de luchas, pero no solo en el movimiento obrero, sino que también en otros movimientos sociales. El movimiento vecinal, por ejemplo, organizó luchas en torno a las necesidades de los habitantes de los barrios obreros para reclamar infraestructuras y condiciones de vida más adecuadas. Las militantes de la izquierda revolucionaria también jugaron un papel muy importante en el movimiento feminista, ya que fueron parte activa en la creación de las primeras asociaciones feministas.
Sin embargo, aunque fuera el elemento organizado más activo que participaba en estos movimientos, el liderazgo y control de la izquierda revolucionaria sobre las movilizaciones era discutible. De hecho, muchas de las movilizaciones se producían de forma muy repentina e incontrolada, ya que el movimiento de masas tenía mucha autonomía. Sobre todo, en las respuestas a los ataques represivos, en las que las movilizaciones eran espontáneas y masivas, como las respuestas a la masacre de Vitoria (1976) o a las muertes en la Semana Pro-Amnistía (mayo 1977). Los partidos de la izquierda revolucionaria organizaban aquel movimiento de masas, pero no lo controlaban del todo.
En cualquier caso, a mediados de la década de 1970 las luchas surgían a borbotones, ya que en aquella época el ambiente sociopolítico parecía estar en pleno proceso de ebullición. El movimiento obrero estaba muy activo y las organizaciones de clases disponían de herramientas eficaces (como la solidaridad de clase y las Comisiones Obreras) para llevar a cabo protestas y movilizaciones. Como consecuencia, por muy dura que fuera la represión, tenían un gran potencial reivindicativo. Durante estos años, además, gracias a esas movilizaciones exitosas, las rentas del trabajo crecieron por encima de las del Capital; es decir, la tasa de beneficio de los capitalistas empezó a descender por efecto de la presión obrera. Era tal la capacidad del movimiento obrero, que en algunos centros de trabajo se produjeron gestos de rebeldía e insubordinación (casi pequeños contrapoderes), ante los que a menudo la dirección no podía hacer otra cosa que someterse a las exigencias del movimiento obrero[7]. En aquella época era frecuente interrumpir la jornada de trabajo para celebrar grandes asambleas, en las que se reunían varios centenares de trabajadores. En alguna ocasión también solía ocurrir que la policía detenía a algún militante y todos sus compañeros se ponían en huelga; los empresarios tenían que rogar a las autoridades que lo pusieran en libertad para poder reanudar la producción. Como consecuencia de todo ello, hubo momentos en los que la autoridad de los empresarios se vio comprometida y el orden social fue minado. Entre los militantes de la izquierda revolucionaria se extendió la sensación de que estaban ante una situación pre-revolucionaria.
A menudo la dirección no podía hacer otra cosa que someterse a las exigencias del movimiento obrero. [...] hubo momentos en los que la autoridad de los empresarios se vio comprometida y el orden social fue minado. Entre los militantes de la izquierda revolucionaria se extendió la sensación de que estaban ante una situación pre-revolucionaria
EN LO QUE SE REFIERE AL ESPAÑOLISMO
Entre la mayoría de los partidos de izquierda eran habituales el partidismo y el sectarismo, y discutían muy a menudo. Uno de los temas más importantes era el de la cuestión nacional. Los partidos de izquierda de ámbito estatal solían ser objeto de las críticas de la izquierda abertzale, acusada de ser españolista, sucursalista y estatalista; mientras que a los de la izquierda abertzale se les acusaba de nacionalistas pequeño-burgueses, chauvinistas o etnicistas. A pesar de las divisiones, cuando las circunstancias lo exigían, la unidad de acción se imponía y la mayoría de los movimientos revolucionarios actuaban de forma conjunta para las movilizaciones importantes.
En los últimos años del franquismo, la cuestión nacional tuvo gran importancia y las reivindicaciones nacionales desempeñaron un papel destacado en el derribamiento de la dictadura. El relato nacional del franquismo y el modelo de organización territorial chocaban con los sentimientos y reivindicaciones de las naciones periféricas de España. En consecuencia, en la lucha contra el franquismo los símbolos vascos (euskera, ikurriñas, reivindicaciones nacionales...) adquirieron una connotación positiva, democrática y progresista. El antifranquismo y el izquierdismo se identificaron con el vasquismo y fue asumido por todos los movimientos de la oposición. Este proceso de identificación coincidió además con el Renacimiento Cultural Vasco (creación de las ikastolas, euskera batúa, literatura, Nueva Canción...).
Esta ampliación de la conciencia nacional probablemente no hubiera tenido lugar del mismo modo sin los debates de las Asambleas Vº y VIº, ni sin la actuación de ETA. ETA contribuyó a radicalizar y endurecer el discurso general de la oposición y propagó la conciencia antifranquista y nacional. Aunque estas no pasaron a ser independentistas, el resto de las organizaciones de izquierda acabaron asimilando la reivindicación de la autodeterminación con el fin de que fuera más que un asunto puramente retórico.
Por el contrario, como se ha mencionado anteriormente, la izquierda abertzale no era capaz de influir en las movilizaciones de masas, y fueron los partidos de la izquierda revolucionaria de ámbito estatal los que tuvieron el mérito de incorporar la conciencia nacional al movimiento obrero y a la oposición antifranquista. Además, realizaron una importante aportación, ya que contribuyeron a integrar esa connotación positiva y progresista de estos símbolos vasquistas en los territorios castellanoparlantes y entre los trabajadores inmigrados.
Sin embargo, la izquierda abertzale y la izquierda revolucionaria estatal tenían diferencias en torno a la cuestión nacional, sobre todo en cuatro cuestiones. 1) Los estatalistas defendieron la autodeterminación mientras los nacionalistas priorizaban el lema de la independencia. 2) En cuanto al modelo organizativo, los estatalistas eran las ramas vascas de los partidos españoles, algo que los nacionalistas consideraban una actitud «sucursalista». 3) Los estatalistas querían un referéndum para esclarecer la vasquidad de la Alta Navarra. Para los nacionalistas, en cambio, dicha provincia era una parte indisoluble de Euskal Herria que no podía concretarse mediante una consulta. 4) Finalmente, tenían diferencias en torno a la lucha armada. La izquierda revolucionaria estatal cuestionaba la eficacia revolucionaria de la violencia de ETA, porque eran partidarios de un levantamiento revolucionario de masas y no del terrorismo «burgués-pequeño e individualista» de ETA.
Sin embargo, como ya se ha mencionado, la izquierda revolucionaria estatal participó activamente en las movilizaciones a favor de las reivindicaciones nacionales y del euskera. En los partidos que surgieron de las corrientes obreristas de ETA, la cuestión nacional siempre tuvo una gran importancia y existió una especial sensibilidad hacia el tema (sobre todo en la LKI –Liga Comunista Revolucionaria–, que provenía de ETA VI). En el resto de partidos, aun sin contacto directo con los movimientos abertzales, ocurrió de forma similar. La ORT fue probablemente el partido más reticente a la cuestión nacional; pero su base social –a diferencia de la dirección– se sentía muy identificada con las reivindicaciones nacionales vascas. También en Iparralde, la LCR mantuvo una actitud más positiva que el jacobino y centralista Partido Comunista Francés (PCF): se mostró a favor de la autodeterminación, apoyó las luchas de las naciones oprimidas y mantuvo una relación cordial con la izquierda abertzale[8].
Por tanto, si bien los partidos de ámbito estatal fueron menospreciados con el anatema españolista, hay que reconocerles que contribuyeron a extender las reivindicaciones a favor del euskera y la conciencia nacional. Además, el origen de algunos partidos se situaba en Euskal Herria y, teniendo en cuenta todo el Estado, su punto fuerte (es decir, una parte importante de la militancia) se encontraba en Hego Euskal Herria. La izquierda abertzale consideraba que el marco más adecuado para provocar una revolución social era el de Euskal Herria, mientras que la izquierda revolucionaria estatal prefería el marco del conjunto de España. Pero aparte del debate sobre cuestiones tácticas, la relación entre ambas culturas políticas fue estrecha y se alimentaron mutuamente.
Si bien los partidos de ámbito estatal fueron menospreciados con el anatema españolista, hay que reconocerles que contribuyeron a extender las reivindicaciones a favor del euskera y la conciencia nacional
DECADENCIA Y CAMBIO DE TESTIGO
Como hemos dicho anteriormente, a finales de la década de 1960 y principios de 1970 los movimientos emancipadores dieron un gran paso y en ocasiones consiguieron poner en peligro el poder burgués e imperialista. Ante esta amenaza, la burguesía puso en marcha una contrarrevolución preventiva, para lo que aprovechó la depresión económica provocada por la Crisis del Petróleo de 1973. En los años siguientes se dejó atrás el modelo de acumulación fordista-keynesianista y se implantó el modelo neoliberal, que supuso la recuperación de la tasa de beneficio de los empresarios y el declive del movimiento obrero. El coste de la crisis cayó sobre los trabajadores y las nuevas relaciones sociales supusieron el fracaso del movimiento obrero.
Este cambio de tendencia general de la lucha de clases atrapó a Euskal Herria en plena transición. Aunque a menudo se olvide, hay que tener presente que el franquismo era un régimen con carácter de clase. Los objetivos fundacionales de la dictadura fueron detener el impulso del movimiento obrero y asegurar el beneficio de la burguesía. Pero a mediados de los 70, la dictadura dejó de serle útil al capitalismo; debido a la presión de los trabajadores, a la crisis económica y a la deslegitimación de las instituciones franquistas. Entonces, el Gobierno improvisó un final controlado de la dictadura a través del pacto social, para buscar nuevos apoyos sociales que aseguraran la aceptación del sistema capitalista. Hacía falta un nuevo modelo de crecimiento que asegurara los beneficios de los empresarios y que a cambio de su implantación ofreciera reconocimiento legal y participación pública a la oposición. La oposición moderada (PSOE, PCE, PNV...) dio por bueno el nuevo marco de la monarquía constitucional.
Con todo ello, se abrió un nuevo período de lucha de clases. Se apagó en ese momento la chispa revolucionaria del Largo 68, justamente porque la puerta de las expectativas revolucionarias se había cerrado. Asimismo, comenzó el declive de la clase trabajadora y los sindicatos tuvieron que adoptar una actitud más defensiva que ofensiva. Además, fue entonces cuando emergieron nuevos movimientos sociales (feminismo, ecologismo, liberación sexual, pacifismo...) con otros lenguajes, objetivos y modelos de lucha. En consecuencia, la centralidad que hasta entonces había tenido el obrerismo en los movimientos sociales se difuminó.
En este nuevo contexto, la izquierda revolucionaria de ámbito estatal dejó de ser efectiva y vivió una grave crisis. Se trataba de una cultura política muy fragmentada que en la transición no supo presentar un programa conjunto y coherente. Además, aunque en algunos momentos parecía que podía producirse una ruptura revolucionaria, la mayoría de la sociedad optó por opciones moderadas. En pocos años, perdieron mucho apoyo social y obtuvieron resultados electorales modestos. Sus numerosos militantes y simpatizantes vivieron la situación como un gran «desengaño»[9]. Esta tendencia se notó en la mayoría de los partidos revolucionarios europeos, y aunque los ecos de los gritos de rebeldía se escucharon a lo largo de la década de los 80, el movimiento decayó progresivamente.
Pero, aquella fuerza rebelde no desapareció del todo y ni tampoco de golpe. Quedaron focos de resistencia en algunos lugares, vinculados sobre todo a las reivindicaciones nacionales: Euskal Herria e Irlanda fueron los más destacados. Durante la transición, y ante el nuevo modelo de confrontación social, la izquierda abertzale logró convertirse en un referente del movimiento radical y rupturista, que se mostró como un movimiento que luchaba de la manera más eficaz y dura contra la nueva monarquía constitucional. En poco tiempo, Herri Batasuna consiguió atraer hacia sí a muchos de los que hasta entonces habían sido seguidores de la izquierda revolucionaria de ámbito estatal. El nacionalismo funcionó como refugio de muchos revolucionarios.
Durante la transición, y ante el nuevo modelo de confrontación social, la izquierda abertzale logró convertirse en un referente del movimiento radical y rupturista, que se mostró como un movimiento que luchaba de la manera más eficaz y dura contra la nueva monarquía constitucional
El surgimiento de esta nueva fuerza sorprendió a los partidos de la izquierda revolucionaria estatal que en algunos momentos estuvieron sin rumbo claro. Además, hubo algunos errores tácticos que perjudicaron seriamente a algunos de estos partidos. La ORT, por ejemplo, a vista de los malos resultados en las elecciones y con el objetivo de atraer más votantes, intentó dar una imagen de moderación, lo que le llevó a pedir el voto a favor de la Constitución española de 1978. Pero esta decisión que tomó la directiva estatal fue la perdición del partido, sobre todo en Euskal Herria. Sus bases sociales estaban muy identificadas con la cuestión nacional y las reivindicaciones antirrepresivas, y no vieron con buenos ojos dicha decisión.
El resto de partidos radicales no pudieron resistir ante la capacidad de atracción de HB y la izquierda abertzale. La sección vasca del PTE, en su Iª y IIª Conferencia Nacional (1978 y 1979) aceptaron las consignas del marco autónomo de lucha de clases y la reivindicación de la independencia. PTE y ORT, con el fin de hacer frente al declive que sufrían, intentaron llevar a cabo un proceso de unión entre 1979 y 1980. Pero fue un fracaso y ambos partidos desaparecieron al poco tiempo. Sus militantes se dispersaron en distintas direcciones: u
Euskal Herrian XXI. mendearen hasieran gizarte mugimenduetan korronte politiko batek izan du nagusigoa, protesta mugimendu horien ia erabateko monopolioa izateraino. Baina, hori ez zen beti horrela izan; iraganean beste korronte iraultzaile batek «euskal masa mugimendu erradikalean» errotze ahalmen handia izan baitzuen, ezker abertzalearekin batera. Korronte hari ezker iraultzaile edo ezker erradikal esaten zitzaion. Zenbait sektorek, modu bidegabean, korronte hura mespretxatu zuten espainolista edo sukurtsalista izatea leporaturik. Alabaina, korronte hura klase borrokak gurean hartu zuen formetako bat izan zen eta Euskal Herriaren tradizio iraultzailearen ezinbesteko pieza osatu zuen.
Orain dela gutxira arte, klase borroka eta sozialismoaren aldeko borroka ahaztu xamar zeuden; gizarte mugimenduetan bazterreko papera jokatzen zuen bandera gorriak. Euskal Herrian urte luzez borroka sozial gatazkatsuak egon izan diren arren, sozialismo errealaren porrotak eta mugimendu abertzaleetan joera burges-txikien influentziak hori horrela izan zedin eragin zuten.
Baina beti ez zen horrela izan, garai batean klase borrokak zentraltasun handia izan baitzuen Euskal Herriko mugimendu iraultzaileetan. Frankismoaren hondar urteetan Hego Euskal Herriko oposizio antifrankistan izaera iraultzailea zuten hainbat alderdi komunista eratu ziren. Alderdi horiek, nazioarteko koiunturak eta espektatiba iraultzaileek lagunduta, oihartzun handia izan zuten eta eragin esparru zabalak lortu zituzten, batik bat langile mugimenduan. Alderdi horiek guztiek 60ko hamarkadaren bukaeraren bueltan izan zuten jatorria eta beraien gorengo unea trantsizioko urte giltzarrietan izan zen (1975-77). Mobilizazioen bidez gizartearen sektore ugarirekin bat egitea lortu zuten eta diktadura frankista higatzen lagundu zuten. 1980ko hamarkadaren hasierarako, aldiz, korronte iraultzaile hura gainbeheran sartu eta ahitu zen. Besteak beste, Euskadiko Mugimendu Komunista (EMK), Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), Liga Komunista Iraultzailea (LKI, lehenago LCR-ETA VI), Komunisten Liga (LC), Partido del Trabajo de España (PTE, aurretik Partido Comunista de España -Internacional-) edo Ezker Komunista Erakundea (OIC-EKE) bezalako alderdiez ari gara[1]. Horiek izan ziren garrantzitsuenak, besteren bat ere izan bazen ere.
Frankismoaren hondar urteetan Hego Euskal Herriko oposizio antifrankistan izaera iraultzailea zuten hainbat alderdi komunista eratu ziren
Alderdi horiek guztiek 60ko hamarkadaren bukaeraren bueltan izan zuten jatorria eta beraien gorengo unea trantsizioko urte giltzarrietan izan zen (1975-77)
Langile mugimenduaren porrot orokorraren ondorioz, tradizio iraultzaile horien inguruko memorian etena gertatu zen. Belaunaldien arteko lotura hautsi zen eta gaurko komunistek ez dituzte orduko lengoaiak, leloak edo antolaketa ereduak ezagutzen ere. Baina azken urteetan klase izaera duten mugimendu politikoen loraldi garaia bizi dugu. Gar iraultzailearen berpizkundea gertatzen ari da eta iraganeko kultura errebeldeen ezagutza egungo mugimendu sozialistarentzako baliagarria izan daiteke. Baina ez nazazue gaizki uler: helburua ez da garai hartako langile kultura eta estetika akritikoki kopiatzea, hori folklore hutsa bailitzateke. Momentu hartako baliabideek, garaian garaiko beharrei erantzuten zieten eta gaur egungo gizarte mugimenduek bestelako baliabideak behar dituzte, garai honi dagozkionak. Baina baliabide propio berriak sortzeko, langile mugimenduaren eta mugimendu sozialen iragana berreskuratzea aberasgarria izan daiteke.
NOLA ETA NONDIK SORTU ZEN EZKER IRAULTZAILEA?
60ko hamarkadaren bukaera aldera, mundu guztiko mugimendu askatzaileek bultzada handia bizi izan zuten. Klase borrokaren intentsitatea zorrozten ari zen, Hirugarren Munduko herrialdeak altxatzen ari ziren eta bazirudien munduko edozein txokotan aldaketa sozial sakonak lor zitezkeela. Gerra Hotz betean, kapitalismoa eta sozialismoa lehia bizi-bizian zeuden, eta Sobietar Batasunaren izate hutsak –askorentzako kritikagarria zen arren– eraldaketa sozialerako aukerak irekitzen zituen. Hala bada, nazioarteko erradikalizazio prozesu orokor hori 68 Luzea edo Klase Gizartearen Aurkako Bigarren Oldarraldi Proletarioa izenez ezagutzen da egun.
Aldi berean, gerraondoko urte horietan, ekonomia kapitalista inoizko hazkunde ekonomiko handienean murgilduta zegoen. Hasiera batean, diktadura frankista zela eta, Espainia Europako gainerako herrialdeetako egoeratik bereizirik geratu zen: atzeraldi ekonomikoan eta isolamendu politikoan murgildurik. Baina egoera 1950eko hamarkadaren erdialdean aldatzen hasi zen, AEBekin egindako akordio komertzialen eta 1959ko Egonkortze Planaren ondorioz. Desarrollismoa izeneko bultzada industrializatzaileak Hego Euskal Herriaren egitura ekonomikoa irauli zuen; batik bat barnealdeko probintzietan, Arabak eta Nafarroak erabateko industria iraultza bat bizi izan zuten eta. Hazkunde ekonomiko hura eredu fordistako kapitalismoan oinarritu zen eta proletariotzaren izaera eta osaera erabat aldatu zituen.
Aldaketa sozioekonomiko sakon horien ondorioz, landa exodoa eta nekazari ugariren proletarizazioa gertatu zen, langile-klase berri bat sor zedila eragin zuena. Langile-klase hura gehien bat pertsona gaztez osatua zegoen eta ez zeukan gerraurreko tradizio ezkertiarrekin lotura zuzenik. Laster, kapitalismoaren eredu berriarekin batera, enpresari eta langileen arteko harreman berriak eratu ziren eta lan-gatazken aldi berri bat ireki zen, batik bat 1958ko Hitzarmen Kolektiboen legea onartu zenetik. Testuinguru horretan, langileek elkarrekin jasandako eta partekatutako bizipenen bidez (esplotazio esperientziak, behar ekonomikoak, borrokak...) identitate berri bat (subjektibitate edo «gu» berri bat alegia) eratu zuten. Modu hartara, langile-klase hark kontzientzia hartu zuen eta subjektu historiko gisa eratu zen[2].
Laster langile-klaseak kontzientzia hartu zuen eta bere interesen defentsarako tresna eraginkorrak eratu zituen: klase elkartasuna eta Langile Batzordeak (gaztelaniazko CCOO, oinarriko langile-elkarte unitarioak ziren eta ez gaur egun ezagutzen dugun sindikatu burokratikoa)[3]. Ezker iraultzailearen korronte politikoa, beraz, klase borrokaren errealitate berri horri erantzuteko sortu zen, nazioarteko erradikalizazio testuinguru horretan.
Ezker iraultzailearen korronte politikoa, beraz, klase borrokaren errealitate berri horri erantzuteko sortu zen, nazioarteko erradikalizazio testuinguru horretan
Jakina den bezala, ezker iraultzaileak ez zuen korronte bateratu eta bakar bat osatu. Izan ere, erreferentzia ideologiko ezberdinetako (maoismoa, trotskismoa, leninismoa, hoxhaismoa, kontseilu-komunismoa...) hainbat talde elkarren artean lehian aritu ziren espazio politiko mehar batean. Oro har, elkarte horiek guztiek hainbat iturburutan izan zuten jatorria: ikasle mugimendu erradikalizatuan, PCEren ezkerretik gertatutako zatiketetan (batik bat, Espainian), ETAren korronte obreristetan eta mugimendu apostoliko kristau erradikalizatuetan. Euskal Herrian, alabaina, eragin gehien izan zutenak azken biak izan ziren.
Alde batetik, ezker erradikalaren iturburu kristauak jende zapalduengana hurbildutako sektore apostoliko erradikalizatuetan izan zuen jatorria, Elizaren doktrina sozialaren eta Vatikanoko II. Kontzilioaren (1962-1965) ondorioz. Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Juventud Obrera Catolica (JOC) edo Vanguardia Obrera Social (VOS) bezalako elkarteen hasierako helburua ebanjelioa gizartearen sektore baztertuenei eramatea zen. Elkarte horien zeregina langileen sozializazio esparru kristauak bultzatzea izan zen eta, hasiera batean, ez zuten zuzeneko aktibismo politikorik egiten: langileei lanbide heziketa, formakuntza izpirituala eta aisialdi merkea eskaintzen zizkieten. Jarduera horiek guztiak nolabaiteko sozializazio prepolitikorako esparru izan ziren[4]. Baina laster, mugimendu horietako kide ugari erradikalizatu zen, langileen behar gorriekin eta askatasun ezarekin talka egiterakoan, eta kontzientzia soziala piztu zitzaien. Katolizismo sozialaren parte ziren elkarte horiek ezker iraultzailearen sorrera ahalbidetu zuten, militanteen topagune eta formakuntza eskola izan zirelako. Gainera, Elizak erraztasun legalak zituenez, bere elkarguneak eta baliabideak ezker iraultzailearen lehendabiziko urratsetarako baliagarri izan ziren. Halaber, elkarte kristauetatik eta apaiztegitik pasatutako lagun askok alderdi iraultzaileak militantez eta koadroz hornitu zituzten. Etsenplu garbiena, ORT alderdi maoistarena izan zen, VOS elkarte jesuitako kideek sortutako AST (Acción Sindical de Trabajadores, Langileen Ekintza Sindikala) sindikatuan izan baitzuen jatorria. Baina gainerako alderdietan ere mugimendu kristau horietatik pasatutako kideak egon ziren.
Bestalde, Euskadi Ta Askatasuna (ETA) erakundean garatu ziren korronte obreristak izan ziren Euskal Herriko ezker iraultzailearen beste iturburu garrantzitsua. ETA 60ko eta 70eko hamarkadetan komunisten haztegi izan zen. Desarrollismoko industrializazio azkarrak sortutako aldaketa demografiko eta soziologikoek mugimendu abertzalean ere eragin zuten. Horrek guztiak ETAren baitan abertzaletasunaren inguruko hausnarketa piztu zuen, eta 1960ko hamarkadatik nazionalismoa eta ezkertiartasuna uztartzeko saiakera teorikoa egin zuen erakunde horrek. Alabaina, iraganeko doktrinen arrastoek (esentzialismoa, etorkinekiko mesfidantza eta abar) ETAren sektore batzuetan oraindik eragina izaten jarraitzen zuten; abertzaletasunaren eta korronte ezkertiarren arteko sintesia egitea prozesu konplexua eta kontraesankorra izan zen. Eztabaida horien ondorioz, ETAren V. (1966-67) eta VI. Biltzarretan (1970) zatiketak gertatu ziren. Korronte obrerista haietatik EMK eta LKI alderdien ernamuinak atera ziren, baina baita ORT, LC, OIC-EKE edo bestelako alderdietako militante iraultzaile ugari ere.
LILURA IRAULTZAILEA: KAPITALISMOARI AURREZ AURRE BEGIRATU ZIOTENEKOA
Hasiera batean, 60ko hamarkadaren bukaeran, borrokak sortzea zaila eta nekeza zen. Behar gorriak zeuden arren, ez zen erraza jendea mugiaraztea, beldurrak eta errepresioak pisu gehiegi baitzeukaten. Baina urte gutxiren buruan, ezker iraultzaileak Hego Euskal Herriko oposizio antifrankistan errotzea lortu zuen, batik bat langile mugimenduan. Bere militanteek lantoki ugaritan Langile Batzordeak (CCOO) antolatu eta sustatu zituzten, eta pixkanaka mobilizazioak ugaritzen eta zabaltzen joan ziren. Oso antzekoak izanagatik ere, haien artean zatiketa handia zegoen eta lurraldean zehar ezarpen zatitua izan zuten, eskualdez eskualde korronte bat nagusitzen zen eta. Iruñerrian, Tolosaldean eta Erriberako nekazarien artean ORT zen nagusi. EMKk indar handia zeukan Bilboko itsasadarreko Eskuinaldeko lantegietan (Ezkerraldean gutxixeago); Gipuzkoako CCOOen korronte nagusiena kontrolatzen zuen; eta Iruñean eta Tuteran presentzia nabarmena zeukan. OIC-EKEren kasuan, Gipuzkoa izan zen erakunde horren indargune estataletako bat (batik bat, Oarsoaldea inguruan), bertan Langile Komiteak (Comités Obreros) erakundearen bidez parte hartzen zuen langile mugimenduan. LCR-LKIk, LCk eta PTEk ere presentzia nabarmena (baina eskualdearen arabera aldakorra) izan zuten, eta baita bestelako alderdi eta elkarte erradikal minoritarioagoek ere. Gasteizen, aldiz, mugimendu erradikalen garapena berantiarra eta autonomoa izan zen, 1976 urtearen hasieran bat-batean lehertu zena[5]. Ipar Euskal Herriari dagokionez, bestalde, ezker erradikal frantziarrak Hegoaldean baino eragin gutxiago izan zuen: Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR) trotskistaren eta Révolution! sasi-maoistaren presentzia izan zen.
Espainiako lurralde gehienetan ez bezala, ezker erradikaleko alderdiek langileen aldarrikapenekin bat egitea lortu zuten eta masa mobilizazio arrakastatsuak gidatu zituzten, PCE erreformistaren ahalmenaren gainetik. Esate baterako, 1974ko abenduaren 11an MCEk, ORTk, eta Gipuzkoa eta Nafarroako Langile Batzordeek (Eskuinaldeko CCOOen, ORTren, MCEren, LCR-ETA VI.ren eta LCren babesarekin batera) greba orokorrerako deialdia egin zuten, CCOOen Koordinadora Orokorraren eta PCEren iritziaren aurka. Arrakasta handiko mobilizazioa izan zen, Gipuzkoa, Bizkaia eta Nafarroako 200.000 bat langile mobilizatu zituelako. Greba horrek Hego Euskal Herrian PCEren eta alderdi iraultzaileen artean zegoen indar korrelazio berezia agerian utzi zuen. PCEren ezkerrera kokatzen ziren alderdiek giharra erakutsi zuten eta Carrilloren alderdiaren gidaritzarik gabeko mobilizazio arrakastatsuak egin zitezkeela argi geratu zen[6]. Ezker abertzaleak, bien bitartean, langile mugimenduan eragiteko ahalmen mugatua zeukan. Adar militarraren gehiegizko pisuaren ondorioz, ezker abertzale zibila eratu gabe zegoen, eta horrek, sektore sozial zabalagoekin harremana lotzeko zailtasunak sortzen zizkion.
Ezker abertzaleak, bien bitartean, langile mugimenduan eragiteko ahalmen mugatua zeukan. Adar militarraren gehiegizko pisuaren ondorioz, ezker abertzale zibila eratu gabe zegoen, eta horrek, sektore sozial zabalagoekin harremana lotzeko zailtasunak sortzen zizkion
1977ra arte, mobilizazioen joera orokorra gorakorra izan zen: gero eta jendetsuagoak eta arrakastatsuagoak. Gainera, mobilizazioetako aldarrikapenetan elementu gehiago txertatzen hasi ziren, mota askotariko deialdiak nahasten baitziren: borroka fronte bakoitzeko aldarrikapenetatik hasi (auzoko, ikastetxeko edota lantokiko aldarrikapen laboralak), beste lantoki batzuekiko elkartasun lanuzteetatik pasa, eta izaera erabat politiko edo antierrepresiboa zutenetara arte. Aldarrikapen guztiak —hurbilekoak eta konkretuak zirenak zein orokorragoak zirenak— batera egiten ziren, dena nahasi egiten baitzen. Ondorioz, lantegietan etengabeko aktibitatea zegoen eta orduko militante batzuek esaten duten bezala: «ez zen hilabete bat bera izan soldata oso-osorik kobratu genuenik».
Gainera, gizarte sektore zabalen onarpena eta errekonozimendua zeukaten eta militanteek babes hori sentitzen zuten. Baina ez bakarrik langile mugimenduan, beste gizarte mugimenduetan ere borroken dinamizatzaile eta antolatzaile papera jokatu zuten. Auzo mugimenduak, esaterako, langile auzoetako biztanleen beharren inguruko borrokak antolatu zituen, azpiegitura eta bizi-baldintza egokiagoak eskatzeko. Mugimendu feministan, halaber, ezker iraultzaileko militanteek ere oso paper garrantzitsua jokatu zuten, lehendabiziko elkarte feministen sorreran parte aktibo izan baitziren.
Alabaina, mugimendu horietan parte hartzen zuen elementu antolatu aktiboena zen arren, ezker iraultzaileak mobilizazioen gainean zeukan gidaritza eta kontrola eztabaidagarria zen. Izan ere, mobilizazioetako asko oso modu espontaneo eta kontrolatu-gabean gertatzen ziren, masa mugimenduak autonomia handia zeukan eta. Batik bat, eraso errepresiboei eman beharreko erantzunetan, horietan mobilizazioak bat-batekoak eta masiboak izaten baitziren, Gasteizko sarraskiari (1976) edo Amnistiaren Aldeko Astean (1977ko maiatza) gertatutako heriotzei emandako erantzunak bezala. Ezker iraultzaileko alderdiek masa-mugimendu hura antolatzen zuten, baina ez zuten erabat kontrolatzen.
Edonola ere, 1970eko hamarkada erdialderako borrokak borborka zeuden, garai hartan giro soziopolitikoa irakiten ari zela baitzirudien. Langile mugimendua oso aktibo zegoen eta klase erakundeek protesta eta mobilizazioak egiteko baliabide eraginkorrak zituzten (klase elkartasuna eta Langile Batzordeak). Horren ondorioz, errepresioa oso gogorra izanagatik ere, aldarrikapenak lortzeko ahalmen handia zeukaten. Urte horietan, gainera, mobilizazio arrakastatsuei esker, lanaren errenta kapitalarenaren gainetik hazi zen; hau da, langileen presioaren ondorioz kapitalisten mozkin tasa jaisten hasi zen[7]. Hainbestekoa zen langile mugimenduaren ahalmena ezen lantoki batzuetan errebeldia eta insubordinazio keinuak (kasik kontrabotere txikiak) egiteko ahalmena zutela, eta horien ondorioz, askotan zuzendaritzak langile mugimenduaren eskakizunei men egitea besterik ezin zuen egin. Garai hartan, ohikoa zen lanaldia etetea biltzar handiak egiteko, eta horietan ehunka langile elkartzen ziren. Behin baino gehiagotan, halaber, poliziak militanteren bat atxilotuz gero, bere lankide guztiak greban jartzen ziren eta enpresariek agintariei atxiloa aske uzteko erregutu behar izaten zieten ekoizpenari berrekiteko. Horren guztiaren ondorioz, momentu batzuetan enpresarien autoritatea kolokan egon zen eta ordena soziala mehatxupean jarri zen. Ezker iraultzaileko militanteen artean, egoera aurre-iraultzaile baten aurrean zeudelako sentsazioa zabaldu zen.
Askotan zuzendaritzak langile mugimenduaren eskakizunei men egitea besterik ezin zuen egin. [...] momentu batzuetan enpresarien autoritatea kolokan egon zen eta ordena soziala mehatxupean jarri zen. Ezker iraultzaileko militanteen artean, egoera aurre-iraultzaile baten aurrean zeudelako sentsazioa zabaldu zen
ESPAINOLISMOA DELA ETA
Ezkerreko alderdi gehienen artean alderdikeria eta sektarismoa ohikoa zen eta oso maiz elkarri mokoka aritzen ziren. Eztabaidagai garrantzitsuenetako bat nazio auziaren ingurukoa izaten zen. Esparru estataleko alderdi ezkertiarrak ezker abertzalearen kritiken jomuga izaten ziren, espainolista, sukurtsalista eta estatalista izatea leporatuta; ezker abertzalekoei, aldiz, nazionalista burges txiki, chauvinista edo etnizista izatea leporatzen zitzaien. Zatiketak zatiketa, hala ere, egoerak eskatzen zuenean, ekintza batasuna nagusitzen zen eta mobilizazio garrantzitsuetarako mugimendu iraultzaile gehienak elkar hartuta aritzen ziren.
Frankismoaren azken urteetan, nazio auziak garrantzi handia izan zuen eta aldarrikapen nazionalek diktaduraren eraispenean paper azpimarragarria bete zuten. Frankismoaren errelato nazionalak eta lurralde antolaketaren ereduak, Espainiako nazio periferikoen sentimendu eta aldarrikapenekin talka egiten zuten. Ondorioz, frankismoaren aurkako borrokan euskal sinboloek (euskarak, ikurrinak, aldarrikapen nazionalek...) konnotazio positibo, demokratiko eta aurrerakoia hartu zuten. Antifrankismoa eta ezkertiartasuna euskaltzaletasunarekin identifikatu ziren eta oposizioko mugimendu guztiek bereganatu zuten. Identifikazio prozesu horrek, gainera, Euskal Berpizkunde Kulturalarekin bat egin zuen (ikastolen sorrera, euskara batua, literatura, Kantagintza Berria...).
Nazio kontzientziaren zabaltze hori, ziur aski, ez zen modu berean gertatuko V. eta VI. Biltzarretako eztabaidarik gabe edo ETAren jardunarengatik izan ez balitz. ETAk oposizioaren diskurtso orokorra erradikalizatzen eta gogortzen lagundu zuen eta kontzientzia antifrankista eta nazionala zabalduarazi zuen. Independentista izatera pasa ez baziren ere, ezkerreko gainerako erakundeek autodeterminazioaren aldeko aldarria onartu zuten, auzi erretoriko hutsa baino gehiago izan zedin.
Aitzitik, arestian esan bezala, ezker abertzalea ez zen masa mobilizazioetan eragiteko gauza, eta esparru estataleko ezker iraultzaileko alderdiak izan ziren kontzientzia nazionala langile mugimenduan eta oposizio antifrankistan txertatzeko meritua izan zutenak. Gainera, ekarpen garrantzitsua egin zuten, euskal sinbolo horien konnotazio positibo eta aurrerakoi hori lurralde erdaldunetan eta langile etorkinen artean barneratzen lagundu zuten eta.
Alabaina, ezker abertzaleak eta ezker iraultzaile estatalak nazio auziaren inguruko ezberdintasunak zituzten, batik bat lau auzitan: 1) Estatalistek autodeterminazioa defendatu zuten, abertzaleek independentziaren leloa lehenesten zuten bitartean; 2) Antolaketa ereduari dagokionez, estatalistak Espainiako alderdien euskal adarrak ziren, abertzaleek jarrera «sukurtsalistatzat» zeukatena; 3) Estatalistek Nafarroaren euskalduntasuna erreferendum bidez argitu nahi zuten. Abertzaleentzako, aldiz, Nafarroa Garaia Euskal Herriaren parte banaezina zen, galdeketa bidez zehaztu ezin zitekeena; 4) Azkenik, borroka armatuaren inguruko ezberdintasunak zituzten. Ezker iraultzaile estatalak ETAren indarkeriaren eraginkortasun iraultzailea zalantzan jartzen zuen, masa altxamendu iraultzaile baten aldekoak zirelako eta ez ETAren «terrorismo burges-txiki eta indibidualistaren» aldekoak.
Hala ere, esan bezala, ezker iraultzaile estatalak modu aktiboan parte hartu zuen aldarrikapen nazionalen eta euskaltzaletasunaren aldeko mobilizazioetan. ETAren korronte obreristetatik sortu ziren alderdietan nazio auziak beti izan zuen garrantzi handia eta gaiarekiko sentsibilitate berezia izan zuten (ETA VI.etik zetorren LKIn, batik bat). Gainerako alderdietan, mugimendu abertzaleekin harreman zuzenik izan gabe ere, antzera gertatu zen. ORT izan zen, ziur aski, nazio auziarekiko jarrera uzkurrena izan zuen alderdia; baina bere oinarri soziala –zuzendaritza ez bezala– euskal aldarrikapen nazionalekin oso identifikatuta sentitzen zen. Iparraldean ere, LCRk Frantziako Alderdi Komunista (PCF) jakobinoak baino jarrera positiboagoa izan zuen nazio auziarekiko: autodeterminazioaren aldeko jarrera izan zuen, nazio zapalduen borrokak babestu zituen eta ezker abertzalearekin harreman adeitsua izan zuen[8].
Beraz, esparru estataleko alderdiak espainolista anatemarekin gutxietsi bazituzten ere, aitortu behar zaie aldarrikapen euskaltzaleak eta nazio kontzientzia zabaltzen lagundu zutela. Gainera, alderdietako batzuek euskal jatorria zuten eta Estatu guztia kontuan hartuta, beraien indargunea (hots, militanteen zati mardulenetako bat) Hego Euskal Herrian zegoen. Ezker abertzaleak iraultza soziala eragiteko marko egokiena Euskal Herrikoa zela uste zuen, ezker iraultzaile estatalak, aldiz, Espainia osokoa. Baina auzi taktikoen inguruko eztabaidaz aparte, bi kultura politikoen arteko harremana estua izan zen eta elkarri elikatu zioten.
Esparru estataleko alderdiak espainolista anatemarekin gutxietsi bazituzten ere, aitortu behar zaie aldarrikapen euskaltzaleak eta nazio kontzientzia zabaltzen lagundu zutela
GAINBEHERA ETA LEKUKO ALDAKETA
Arestian esan dugun bezala, 1960ko hamarkadaren bukaeran eta 1970eko hasieran mugimendu askatzaileek aurrerapauso handia eman zuten eta zenbaitetan burgesiaren eta inperialismoaren agintea kolokan jartzea lortu zuten. Mehatxu horren aurrean burgesiak erreakzio prebentiboa jarri zuen martxan eta, horretarako, 1973ko Petrolioaren Krisiak eragindako beheraldia baliatu zuen. Ondoko urteetan metaketa eredu fordista-keynesianista atzean utzi eta eredu neoliberala ezarri zen, enpresarien mozkin tasaren berreskurapena eta langile mugimenduaren gainbehera ekarri zuena. Krisiaren kostua langileen gain erori zen eta harreman sozial berriek langile mugimenduaren porrota ekarri zuten.
Klase borrokaren joera orokorraren aldaketa horrek Euskal Herria trantsizio garai betean harrapatu zuen. Sarri ahazten den arren, gogoan hartu behar da frankismoa klase izaeradun erregimena zela. Diktaduraren sortzetiko arrazoiak langile mugimenduaren bultzada gelditzea eta burgesiaren mozkina ziurtatzea izan ziren. Baina 70eko hamarkada erdialdean, diktadurak burgesiari erabilgarri izateari utzi zion; langileen presioaren, krisi ekonomikoaren eta erakunde frankisten deslegitimazioaren ondorioz. Orduan, Gobernuak diktaduraren amaiera kontrolatu bat inprobisatu zuen, hitzarmen sozialaren bidez, sistema kapitalistaren onarpena ziurtatuko zuten babes sozial berriak bilatzeko. Enpresarien mozkinak ziurtatuko zituen hazkunde eredu berria behar zen, eta hori ezartzearen truke oposizioari errekonozimendu legala eta parte hartze publikoa eskaini zitzaizkion. Oposizio moderatuak (PSOEk, PCEk, EAJk...) monarkia konstituzionalaren marko berria ontzat eman zuen.
Horrekin guztiarekin batera klase borrokaren aldi berri bat ireki zen. 68 Luzearen txinparta iraultzailea orduan itzali zen, espektatiba iraultzaileen atea itxi zelako. Halaber, langile-klasearen gainbehera hasi zen eta sindikatuek jarrera erasokorra baino, defentsiboa hartu behar izan zuten. Gainera, orduantxe azaleratu ziren gizarte mugimendu berriak (feminismoa, ekologismoa, sexu askapena, bakezaletasuna...) bestelako hizkuntza, helburu eta borroka-ereduekin. Ondorioz, obrerismoak ordura arte gizarte mugimenduetan izan zuen zentraltasuna desitxuratu zen.
Testuinguru berri horretan, esparru estataleko ezker iraultzaileak eraginkor izateari utzi zion eta krisi larria bizi izan zuen. Oso zatituta zegoen kultura politikoa zen eta trantsizioan ez zuen asmatu programa bateratu eta koherente bat aurkezten. Gainera, zenbait momentutan haustura iraultzaile bat gerta zitekeela zirudien arren, gizartearen gehiengoak aukera moderatuen alde egin zuen. Urte gutxitan, babes sozial handia galdu zuten eta emaitza elektoral apalak lortu zituzten. Bere militante eta jarraitzaile ugarik «desengainu» handi bat bezala bizi izan zuten egoera[9]. Joera hori Europako alderdi iraultzaile gehienetan nabaritu zen, eta errebeldia hotsen oihartzunak 80ko hamarkadan barrena entzun baziren ere, mugimendua pixkanaka apaldu zen.
Baina, indar errebelde hura ez zen erabat eta kolpetik desagertu. Hainbat tokitan erresistentzia fokuak geratu ziren, batik bat aldarrikapen nazionalei lotutakoak: Euskal Herrian eta Irlandan izan ziren azpimarragarrienak. Trantsizioan zehar, eta konfrontazio eredu berriaren aurrean, ezker abertzaleak mugimendu erradikal eta hausturazalearen erreferente bilakatzea lortu zuen, monarkia konstituzional berriaren aurka modu eraginkorrenean eta gogorrenean borrokatzen zen mugimendu modura agertu baitzen. Ordura arte, ezker iraultzaile estataleko jarraitzaile izandako asko eta asko bereganatzea lortu zuen eta Herri Batasunaren bozkatzaile izatera pasa ziren. Abertzaletasunak iraultzaile askoren aterpe modura funtzionatu zuen.
Trantsizioan zehar, eta konfrontazio eredu berriaren aurrean, ezker abertzaleak mugimendu erradikal eta hausturazalearen erreferente bilakatzea lortu zuen, monarkia konstituzional berriaren aurka modu eraginkorrenean eta gogorrenean borrokatzen zen mugimendu modura agertu baitzen
Indar berri horren sorrerak ezker iraultzaile estataleko alderdiak ezustean harrapatu zituen eta zenbait momentutan noraezean aritu ziren. Gainera, zenbait akats taktikok kalte larria egin zieten alderdi horietako batzuei. ORTk, esate baterako, emaitza elektoral kaxkarren aurrean itxura moderatua irudikatzeko saiakera egin zuen, hautesleak erakartzeko asmoz, eta horrek 1978ko Espainiako Konstituzioaren aldeko baiezko botoa eskatzera eraman zuen. Baina zuzendaritza estatalaren erabaki hori alderdiaren galbidea izan zen, batik bat Euskal Herrian. Bere oinarri sozialak nazio auziarekin eta aldarrikapen antierrepresiboekin oso identifikatuta zeuden eta ez zuten erabakia begi onez ikusi.
Gainerako alderdi erradikalek ezin izan zuten HBren eta ezker abertzalearen erakarpen ahalmenaren aurrean erresistitu. PTEren Euskal Herriko adarrak, bere I. eta II. Konferentzia Nazionaletan (1978 eta 1979), independentziaren eta klase borrokaren marko autonomoaren aldarriak bereganatu zituen. PTEk eta ORTk, gainbeherari aurre egiteko, batasun prozesu bat egiteko saiakera egin zuten 1979-1980 inguruan. Baina berehalako porrota izan zen eta bi alderdiak denbora gutxian desagertu ziren. Beren militanteak norabide ezberdinetan barreiatu ziren: zati mardul bat ezker abertzalerantz edo gizarte mugimendu berrietarantz, beste batzuk (ORTko zuzendaritzakoak, esaterako) PSOEra eta beste askok politika utzi zuen. EMKk eta LKIk, aldiz, gehiago iraun zuten. 1980ko hamarkadan zehar HBren inguruan orbitatu zuten eta gizarte mugimendu berriei esker biziraun ahal izan zuten. Feminismoaren, intsumisioaren edo ekologismoaren sustapenean trebaturiko plataforma bilakatu ziren, baina boterea indarrez hartzeko prest zeuden alderdi leninistak izatetik urruti.
ONDORIOAK
Ezker iraultzailea klase borrokak frankismoaren hondar urteetan gurean hartu zuen formetako bat izan zen, eta aldi berean, 68 Luzea izenez ezagutzen den olatu iraultzailearen aldaera lokala. Akatsak akats eta kontraesanak kontraesan, mugimendu ezkertiar zabal eta aberatsa eratu zuten, langile mugimenduan ongi errotutakoa. Mugimendu hura ez zen antifrankismo hutsa, haientzako demokrazia parlamentarioa ez zen helburu bat. Sozialismoa helburu eta klase borroka ardatz zituzten estrategia iraultzaileak diseinatu zituzten eraldaketa sozial sakonak lortzeko asmoz. Mobilizazioen bidez, frankismoa higatzen ekarpen ordainezina egin zuten eta hainbat borroka sektorialetan garaipen partzial ugari lortu zituzten. 2008ko krisira arte eskubide ezinbestekotzat genituen asko («Ongizate Estatua»), esaterako, orduko borroken emaitza ziren.
Proiektu horrek, ordea, porrot egin zuen. Gaur eguneko ikuspegitik ameskeria dirudien arren, 60ko eta 70eko hamarkaden bueltan gertatu zen hori izan zen iraultza soziala eragiteko azken saiakera serioa, oraingoz behinik behin. Gizartearen zenbait sektoreren begietara aukera hurbil egon zen. Zentzu horretan, egia da elite burgesaren eta «euskal masa mugimendu erradikalaren» artean hegemonia soziala eskuratzeko lehia bizia izan zela, eta horrek monarkia konstituzionalaren ezarpena zaildu zuela. 1980ko hamarkadan zehar oraindik Estatuak legitimazio arazo larriak izan zituen Euskal Herrian. Baina egoera ez zen aurre-iraultzaile izatera iritsi, ez behintzat ezker iraultzaileak uste zuen bezala.
Porrota bizi bazuten ere eta belaunaldien arteko etena izan bazen ere, borroka horien guztien eragina gaur egunerana gran parte fueron a la izquierda abertzale o a nuevos movimientos sociales, otros –la directiva de la ORT entre ellos– al PSOE y otros muchos abandonaron la política. En cambio, EMK y LKI continuaron más tiempo. Durante la década de 1980 orbitaron alrededor de HB y pudieron sobrevivir gracias a los nuevos movimientos sociales. Se convirtieron en plataformas especializadas en la promoción del feminismo, la insumisión o el ecologismo, pero ya lejos de ser partidos leninistas dispuestos a tomar el poder por la fuerza.
CONCLUSIONES
Los partidos de la izquierda revolucionaria fueron una de las formas que adoptó la lucha de clases en Euskal Herria y al mismo tiempo la variante local de la ola revolucionaria conocida como el Largo 68. A pesar de haber cometido errores y tener contradicciones, formaron un amplio y rico movimiento de izquierdas, bien arraigado en el movimiento obrero. Aquel movimiento no era un mero antifranquismo, no tenían como objetivo participar en la democracia parlamentaria. Diseñaron estrategias revolucionarias centradas en el socialismo y en la lucha de clases con el fin de lograr profundas transformaciones sociales. A través de las movilizaciones, hicieron una contribución de valor incalculable al desgaste del franquismo y obtuvieron numerosas victorias parciales en varias luchas sectoriales. Resultado de las luchas de entonces son muchos de los derechos (el famoso Estado del bienestar) que hasta la crisis de 2008 teníamos como imprescindibles.
Sin embargo, el proyecto fracasó. Aunque desde la perspectiva actual parezca una ilusión, aquel fue el último intento serio, al menos hasta el momento, de provocar una revolución social. Para algunos sectores de la sociedad, por momentos pareció que era posible. En este sentido, es cierto que existió una intensa pugna por la hegemonía social entre la élite burguesa y el «movimiento vasco radical de masas», lo que dificultó la implantación de la monarquía constitucional. A lo largo de la década de 1980 el Estado tenía todavía graves problemas para lograr legitimidad social en Euskal Herria. Pero no se produjo un contexto prerevolucionario, al menos no como pensaba la izquierda revolucionaria.
A pesar de la derrota y de la ruptura generacional, el impacto de todas estas luchas ha llegado hasta nuestros días, marcando el carácter rebelde de los movimientos sociales actuales. Aún se encuentran entre nosotros muchos militantes de aquel entonces, entre los organizadores del movimiento de los pensionistas de los estos últimos años, por ejemplo, encontramos a tantos y tantos ex maoístas o ex trotskistas de entonces. Como se ha dicho al principio, aquella cultura política ha sido criticada con dureza, en mi humilde opinión, de forma excesivamente tajante e injusta. A pesar de su corta experiencia, formó una rica tradición revolucionaria de nuestro pasado reciente.
REFERENCIAS
[1] Obra de referencia para el Estado español: WHILHELMI CASANOVA, Gonzalo: Romper el consenso. La izquierda radical en la Transición (1975-1982), Siglo XXI, Madrid, 2016.
[2] Proceso de creación de la clase trabajadora: PEREZ IBARROLA, Nerea, Langileria Berri Baten Eraketa. Iruñerria 1956-1976, Nafarroako Gobernua, Iruñea, 2017.
[3] IRIARTE ARESO, Jose Vicente, Movimiento obrero en Navarra (1967-1977), Departamento de Educación, Cultura, Deporte y Juventud, Iruñea, 1995. IBARRA GÜELL, Pedro Ibarra, El movimiento obrero en Vizcaya (1967-1977). Ideología, organización y conflictividad, EHU, 1987.
[4] PEREZ IBARROLA, Nerea, Langileria Berri Baten Eraketa... 264-267.
[5] CARNICERO HERREROS, Carlos, La ciudad donde nunca pasa nada. Vitoria, 3 de marzo de 1976, Eusko Jaurlaritza, Gasteiz, 2007. ABASOLO, Jose Antonio, Vitoria, 3 de marzo: metamorfosis de una ciudad, Arabako Foru Diputazioa, Gasteiz, 1987.
[6] ESCRIBANO RIERA, Daniel: «Las Jornadas De Lucha De Diciembre De 1974 En El País Vasco», Fundación Salvador Seguí-Madrid (Koord.): Las otras protagonistas de la Transicion. Izquierda radical y movilizaciones sociales, Editorial Descontrol, 595-608. IRIARTE ARESO, Jose Vicente: «Otoño caliente en Navarra. La huelga general del 11 de diciembre de 1974», Geronimo de Uztariz, 14-15 zbk. (1999), 105-121.
[7] RODRÍGUEZ LÓPEZ, Emmanuel: Por qué fracasó la democracia en España. La Transición y el régimen del ‘78, Traficantes de Sueños, Madril, 2015. ETXEZARRETA ZUBIZARRETA, Miren (Koord.): La Reestructuracion del Capitalismo Español, 1970-1990, Icaria, Bartzelona, 1991.
[8] SALLES, Jean-Paul, La Ligue communiste révolutionnaire (1968-1981), Instrument du Grand Soir ou lieu d’apprentissage, Presses universitaires de Rennes, Rennes, 2015.
[9] BEORLEGUI ZARRANZ, David, Transición y melancolía. La experiencia del desencanto en el País vasco (1976-1986), Postmetropolis Editorial, Madril, 2017.
ERREFERENTZIAK
[1] Espainiako Estaturako erreferentziazko obra: WHILHELMI CASANOVA, Gonzalo: Romper el consenso. La izquierda radical en la Transición (1975-1982), Siglo XXI, Madril, 2016.
[2] Langile-klasearen eraketa prozesua: PEREZ IBARROLA, Nerea, Langileria Berri Baten Eraketa. Iruñerria 1956-1976, Nafarroako Gobernua, Iruñea, 2017.
[3] Garaiko langile mugimenduari buruz: IRIARTE ARESO, Jose Vicente, Movimiento obrero en Navarra (1967-1977), Departamento de Educación, Cultura, Deporte y Juventud, Iruñea, 1995. IBARRA GÜELL, Pedro Ibarra, El movimiento obrero en Vizcaya (1967-1977). Ideología, organización y conflictividad, EHU, 1987.
[4] PEREZ IBARROLA, Nerea, Langileria Berri Baten Eraketa... 264-267.
[5] CARNICERO HERREROS, Carlos, La ciudad donde nunca pasa nada. Vitoria, 3 de marzo de 1976, Eusko Jaurlaritza, Gasteiz, 2007. ABASOLO, Jose Antonio, Vitoria, 3 de marzo: metamorfosis de una ciudad, Arabako Foru Diputazioa, Gasteiz, 1987.
[6] ESCRIBANO RIERA, Daniel: «Las Jornadas De Lucha De Diciembre De 1974 En El País Vasco», Fundación Salvador Seguí-Madrid (Koord.): Las otras protagonistas de la Transicion. Izquierda radical y movilizaciones sociales, Editorial Descontrol, 595-608. IRIARTE ARESO, Jose Vicente: «Otoño caliente en Navarra. La huelga general del 11 de diciembre de 1974», Geronimo de Uztariz, 14-15 zbk. (1999), 105-121.
[7] RODRÍGUEZ LÓPEZ, Emmanuel: Por qué fracasó la democracia en España. La Transición y el régimen del ‘78, Traficantes de Sueños, Madril, 2015. ETXEZARRETA ZUBIZARRETA, Miren (Koord.): La Reestructuracion del Capitalismo Español, 1970-1990, Icaria, Bartzelona, 1991.
[8] SALLES, Jean-Paul, La Ligue communiste révolutionnaire (1968-1981), Instrument du Grand Soir ou lieu d’apprentissage, Presses universitaires de Rennes, Rennes, 2015.
[9] BEORLEGUI ZARRANZ, David, Transición y melancolía. La experiencia del desencanto en el País vasco (1976-1986), Postmetropolis Editorial, Madril, 2017.